Opinión

PASADO Y PRESENTE

Isla de Santo Domingo

Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Hacia 1804, a raíz del triunfo de la revolución antiesclavista del Santo Domingo francés, los indígenas -como se identificaban a los negros y hombres de color de la Colonia- declararon la independencia; abolieron para siempre la servidumbre y, en lugar de proclamar una República, optaron por un modelo político monárquico-autocrático denominado Imperio de Haití, cuyo territorio e islas adyacentes debían ser “uno e indivisible”. Debido a que los blancos habían sido los causantes de todas las desgracias padecidas por los esclavos africanos y sus descendientes, los revolucionarios, con el fin de diferenciarse del opresor francés, extrajeron el color blanco de la bandera francesa y así formaron el estandarte haitiano; al tiempo que, en el artículo 12 de la Constitución de 1805, establecieron que: “Ningún blanco, cualquiera que sea su nacionalidad, podrá poner los pies en este territorio, a título de amo o de propietario y no podrá, en el futuro, adquirir en el mismo propiedad alguna”. Respecto del territorio insular, Dessalines puso en práctica una política expansionista con el propósito de incorporar a su imperio el territorio de la antigua parte española de Santo Domingo y de esa manera, según el constitucionalista Luis Mariñas Otero, convertirse “geopolíticamente -de igual forma que otros países contemporáneos- en heredero de las aspiraciones territoriales de la antigua metrópoli” (Cf. “Las Constituciones de Haití”, 1968). En sintonía con este predicamento, los legisladores haitianos decidieron suprimir el nombre histórico de la isla, que era y es Santo Domingo, para sustituirlo por el de isla de Haití, cosa que eventualmente rechazarían los dominicanos.

Isla de Santo Domingo. Desde finales del siglo XVII la isla fue conocida como Santo Domingo. Diversos documentos y publicaciones así lo evidencian: Historia de la isla Española o de Santo Domingo (1730), libro del padre Pierre Francois Javier de Charlevoix y en cuyo título figuran los dos nombres con los que entonces se designaba a la isla hasta que, finalmente, se impuso Santo Domingo. Luego, esta obra ‘Descripción Topográfica y política de la Parte Española de la Isla de Santo Domingo’ (1796), de M. L. Moreau de Saint Mery, en la que se afirma que Colón dio a la isla “el nombre de Española, pequeña España, que la nación en nombre de la cual había tomado posesión de ella la conserva todavía, aunque el de Santo Domingo, tomado de Santo Domingo, su capital, Öprevalece muy a menudo y es el único que los franceses emplean”. Otro valioso texto corresponde a M. Lemmonier Delafosse, “Segunda campaña de Santo Domingo (1846); lo mismo que el “Diario histórico de Santo Domingo” (1811), de Gilbert Guillermin, que recoge las últimas operaciones del ejército francés en Santo Domingo. Años después, en París, circuló el libro “Santo Domingo. Estudio y solución de la cuestión haitiana” (1846), escrito por Lepelletier de St. Remy.

El Acta de la Independencia dominicana. El 16 de enero de 1844 los independentistas dominicanos distribuyeron un importante documento político denunciando las causas por las cuales decidían separarse de Haití y constituirse en Estado soberano. Se trata de la “Manifestación de los Pueblos de la parte del Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”, trascendental texto considerado como nuestra Acta de Independencia y el que, entre otras cosas, los dominicanos criticaron el hecho de que los haitianos se arrogaran la exclusividad del nombre de la isla, pretextando que los taínos (una comunidad etno-cultural con la cual no tenían lazos de parentesco ni de descendencia directa o indirecta) emplearon el vocablo Haití para designar una parte de la isla. De igual manera, los dominicanos rechazaron las ambiciones expansionistas haitianas, resaltando que por el hecho de que los haitianos se constituyeron en Estado independiente primero que los dominicanos, tal circunstancia no les confería derechos para considerar al pueblo de Santo Domingo y a su territorio como parte integrante de la República de Haití, pues, según el Manifiesto del 16 de enero, “más derecho tenemos los de Oriente a dominar a los de Occidente, que al contrario, si nos remontamos a los primeros años del descubrimiento del inmortal ColónÖ”. En conclusión, debido a que el nombre centenario de la isla era Santo Domingo -y que del mismo deriva nuestro gentilicio-, fue que el Constituyente de San Cristóbal, en el artículo segundo del primer Pacto Fundamental de la nación, estableció que: “La parte Española de la Isla de Santo Domingo y sus Islas adyacentes, forman el territorio de la República Dominicana”; disposición constitucional que ha permanecido inalterable desde 1844 hasta el presente.

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