Opinión

CRONISTA DE PASO

Respeto por el Registro Civil

Resulta extraño, y hasta sospechoso, que la Organización de las Naciones Unidas para la Niñez y la Infancia (UNICEF) promueva con bombos y platillos el compromiso de la República Dominicana de “dar acceso a una identidad para todos, en particular mediante el registro de nacimiento”.

Hasta donde se tiene entendido, desde que el Estado dominicano, a través de la Junta Central Electoral, decidió tomar total control de las oficialías civiles, en el año 2006, la situación prevaleciente hasta ese momento en que eran frecuentes los fraudes y suplantaciones de identidades, comenzó a dar un giro del cielo a la tierra.

La propia UNICEF, su oficina en el país, trabajó muy de la mano con la Junta Central Electoral para que ningún niño, dominicano o extranjero, nacido en los hospitales, quedara sin el derecho a una identidad, a un nombre, pero eso sí, en el estatus que le corresponde a cada nacido en el territorio nacional.

Esto significa que a los hijos de dominicanos, o de un extranjero y un nacional, les corresponde la nacionalidad dominicana porque así lo establece la Constitución de la República, pero en los casos en que ese niño sea hijo de extranjeros ilegales, o en situación de tránsito en el país, su inscripción queda impregnada en un libro rosado o de extranjería y, por consiguiente, el acta de nacimiento deberá ser emitida por el consulado correspondiente al país de los padres.

Con el acompañamiento de Unicef se instalaron 62 delegaciones de la Dirección de Registro Civil en el 85 por ciento de los hospitales del país, para el Estado asegurarse de que a ningún dominicano ni extranjero nacido aquí se le violara el derecho a una identidad y a un nombre. Eso sí, todo se llevó a cabo y pienso que se sigue cumpliendo con todo el rigor de la ley.

Todo esto viene a relato porque en el marco del acto de firma de un nuevo convenio entre la Junta Central Electoral, el Ministerio de Salud Pública, el Sistema Nacional de Salud, la Dirección General de Programas Especiales de la Presidencia y la Unicef, el ministro de la presidencia, Gustavo Montalvo, dijo que el 50 por ciento de los nacidos en los hospitales públicos salían del centro sin el registro de nacimiento correspondiente.

No dudo que todavía haya muchas madres que salgan de los hospitales como chivos sin ley, sin haber cumplido con el procedimiento de inscribir a sus vástagos en el libro de registro de nacidos para que, desde ese momento, puedan ser sujetos de derechos y beneficiarse de los programas de ayuda que otorga el gobierno.

¿Tenemos estadísticas reales de que ese 50 por ciento de las madres que sale sin inscribir a sus bebés son dominicanas o forman parte de las miles de parturientas haitianas que llegan en cofradías desde Haití a parir a la República Dominicana o si forman parte de las millares que residen aquí de manera ilegal, que ni siquiera tienen un papelito para demostrar su propia identidad?

Estoy entre los que creen que la situación por las que aún atraviesan miles de dominicanos que por desinterés, en muchos casos, y apatía del propio Estado, en otros, que tiene una alta tasa de responsabilidad, es un tema todavía pendiente muy a pesar del gran esfuerzo que durante años ha realizado la Junta Central Electoral para superar esa situación.

Ahora, lo que la República Dominicana jamás puede hacer, para complacer pretensiones de grupos foráneos, no se sabe con qué propósitos, aunque uno se lo imagine, con el apoyo de especies de lacayos en el patio, es violar la Constitución, renunciar a todos los principios y normas de cumplimiento obligatorio en todas las naciones civilizadas.

No contaminemos el Registro Civil, una institución que es el alma de la identidad de los dominicanos, por ventajas o beneficios coyunturales.

Caminemos juntos con la Unicef por la niñez desvalida de todo el mundo, pero de cara al Sol y sin barajas debajo de las mangas.