PUNTO DE MIRA
La OEA patinó otra vez
La Organización de Estados Americanos (OEA) acaba de dar otro patinazo con el caso de Venezuela. Sin importar los manejos, manipulaciones, presiones y chulerías, los gerifaltes de la entidad no lograron una condena al régimen del Nicolás Maduro en la Asamblea General celebrada en México. Nuevamente el organismo se retrata como una marioneta orientada hacia intereses que nada tienen que ver con la autodeterminación de los pueblos. Fue otro intento fallido. Los que están al frente no se percatan de que en algún sentido el mundo cambia. Hay intereses en pugna y cada quien hala para los propios. La solidaridad venezolana cambió la correlación de fuerzas. Nadie con sano juicio se inclina para apoyar a maduro. Los reclamos de la oposición tienen espacio político. Hay una ensarta de precariedades que exudan justicia social. La vida en Venezuela no es color de rosa. Los dominicanos lo vivimos diariamente. Muchos hermanos de ese país tocan las puertas del apoyo en busca de una oportunidad de mejoría.
Lo que pasa con Venezuela es algo reiterativo. Es ancestral. Nuestros aborígenes de allá vinieron. Es un vaivén. Somos tan venezolanos como ellos dominicanos. Nuestra historia está hermanada. En cada etapa de la lucha política lo que se ve ahora ha sido lo mismo que en el pasado.
Pero hay una variante. El mundo lo regula el comercio. Las mercancías son más importantes que los ciudadanos. Tienen menos trabas los productos que los seres humanos. Es cruel, pero es la realidad. Si el petróleo estuviera por las nubes, Venezuela estaría boyante. Habría suministros de productos y todos felices. Pero no es así. Las crisis económicas son las mayores causas del divorcio. Los chichones de la carestía suben en la geografía bolivariana. Eso explica el aumento del descontento. Sin embargo, no creo que la OEA deba ser juez, fiscal y policía de la crisis. Esa destartalada institución únicamente ha servido para cosas malas. La campaña contra el gobierno de Venezuela nunca la sostuvo contra Augusto Pinochet que derribó un gobierno constitucional; ni contra la dictadura militar argentina, por solo citar casos de atropellos a la democracia, en lo que fue excesiva la miopía. No mencionaré la invasión a República dominicana que en nombre de la OEA mató miles de ciudadanos. Venezuela merece la paz. Lo que procede es un diálogo entre las partes. Al régimen de Maduro no le queda mucho. Hay que respetar lo constitucional.