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VIVENCIAS

Sensibilidad

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

El querido amigo Jorge Subero Isa me ha solicitado en más de una oportunidad que escriba sobre la sensibilidad que traduce una virtud del corazón difícil de encontrar en estos tiempos fuertes que vivimos.

Acepto el reto partiendo de que los sentimientos juegan un papel de importancia en la forma como apreciamos cada momento que nos toca vivir en un mundo proclive a la falta de caridad.

Una “humanidad” que se caracteriza hoy por su insensibilidad movida por la fuerza expansiva de un egocentrismo que no tiene punto de comparación. Por esto, los sentimientos buenos escasean y dan paso a las insensibilidades que abundan por doquier causando estragos en almas que reniegan de servir a los demás sin esperar recompensa.

Una insensibilidad que no tiene fronteras y aduce sentimientos “entumecidos en la mundanal confusión”. Los retos a enfrentar deben ir dirigidos a combatir la abulia, la apatía y la indolencia en el ámbito de nuestras respectivas responsabilidades, que en la mayoría de los casos se evitan a destajo para no contraer obligaciones que puedan afectar el bienestar individual.

Del pensamiento a la acción, de esta manera debe actuarse para corregir el mal de la insensibilidad. Se trata de que alberguemos en nuestro interior sentimientos profundos que aglutinados bajo el signo del amor no desaparezcan y mueran en el intento, sino que descubran las verdades que revela el corazón y viertan en la humanidad la semilla del servicio desinteresado.

La sensibilidad entona las notas de la preocupación por el otro, de esos primeros sentimientos que inmortalizan el alma y la inducen a sentir en carne propia las dolencias que sufren los más necesitados.

Desde esa perspectiva, la sensibilidad denota preocupación, es como si se abriera ante nosotros un mundo nuevo que nos permite percibir aquellas cosas que hasta ese momento eran ignoradas por falta de una conciencia recta que es la voz del alma.

En el juego de la vida vale más el don precioso del desprendimiento y que razonablemente empleado nos lleva a una tierra de promisión, hacia donde debemos dirigirnos si queremos alcanzar la perfección de la caridad.

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