Opinión

PANCARTA

Rafael: el prócer y el respeto que merece

Raúl Pérez Peña (Bacho)Santo Domingo

Rafael Fernández Domínguez, nacido en Damajagua, provincia Valverde, por su actitud contra el golpe de Estado de 1963 y la invasión norteamericana de 1965, es un prócer indiscutido de la causa dominicana, que triunfaba el 27 de abril de 1965, aunque tronchada 24 horas después por la avasallante ocupación militar estadounidense.

El prócer Rafael Fernández Domínguez cayó abatido el 19 de mayo de 1965 junto al también prócer, Juan Miguel Román y otros héroes, baleados por francotiradores norteamericanos al proponerse la toma militar del Palacio Nacional. La descalifi cación del intento de tomar el Palacio, supone ignorar la premisa anónima de que “no hay mayor heroísmo que dar la vida por conseguir un sueño”.

Esa sentencia aplica a múltiples jornadas de heroísmo que marcan la historia dominicana. Si no es así, cómo explicar las expediciones por Constanza, Maimón y Estero Hondo; cómo entender la lucha clandestina del Movimiento Revolucionario “14 de Junio” y el levantamiento armado de Manolo y el 1J4 por seis montañas dominicanas dos meses después del golpe de Estado.

La historia de las últimas décadas registra varios casos de actitudes políticas paralelas a decisiones de quienes optan por luchar sin importar las consecuencias.

Rafael había escrito a sus compañeros: “Sabemos que este movimiento tiene una alta categoría histórica; que él marcará una época en nuestro país, siempre traicionado y siempre esclavizado; sabemos que con nosotros no sólo se levantará la voluntad democrática del pueblo dominicano sino también la fe de muchos pueblos de América que tienen en su corazón un altar para los luchadores de la libertad”.

“Y porque sabemos todo eso, terminaremos la lucha con el mismo sentido del honor con que la empezamos y con el alma satisfecha de los que sirven a la Patria y, en consecuencia, sirven a su pueblo”.

Ese pensamiento y decisión sellan múltiples escritos de Rafael. Me atrevo a creerlo profético.

Un conocedor de la trayectoria heroica de Rafael, igual que su propia muerte buscando su sueño, ni por asomo puede dar paso o albergar alteraciones de la verdad, aireadas de cualquier dejo de sumisión, provocadora de erróneas interpretaciones.

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