Tiempo para el alma
“También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor”. Jn. 10:16.
La persona cristiana, comprometida, practicante, de Iglesia, es única, porque cada ser humano es único e irrepetible.
Es especial, porque todos somos especiales para Dios. Es privilegiada, pues ha conocido la vida conforme a La Palabra.
Sin embargo, hay algo que no es: No es exclusiva ni forma parte de una casta escogida que ha de mirar con lástima al resto de los simples mortales. No, no señor. “También tengo otras ovejas, que no son de este redil”. Es esa persona criticada por no haber cedido en el tiempo esperado por sus observadores y observadoras; es esa persona a quien solo se ha conocido superficialmente sin saber sus angustias, sus necesidades, sus sentimientos, su valor real; esa persona que quizás tiene un corazón más puro que el de sus observadoras y observadores.
Es también esa persona perseguidora porque no ha conocido la Verdad. Son esas otras ovejas por conducir, esas otras ovejas que aún no han escuchado la voz de ese Pastor que ha dicho que “habrá un solo rebaño”.
Así que por comprometidos, practicantes, únicos, especiales y privilegiados que sean los de Iglesia, no son exclusivos ni casta encumbrada, las “otras” ovejas también están en la línea del amor y la misericordia de Jesús.