Tiempo para el alma
“El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones las obras de tus manos”. Sal. 137: 8.
Me ha pasado y estoy completamente segura de que no es una aventura decir que a ti también: las cosas marchan bien, eso por lo que tanto pedí al Señor va ocurriendo, estoy satisfecha, feliz, incluso agradecida; pero de repente todo se estanca en cierto punto, no continúa a ese paso progresivo que me mantenía con esperanza, con la fe vibrante. En ese justo punto empiezo a dudar: ¿Pedí correctamente? ¿Oré como debía? ¿Era esto realmente lo que yo deseaba? Llego hasta a perder la fe, pues pierdo la perspectiva; olvido que Dios hace las cosas completas y perfectas, pero con un detalle: a su tiempo, no al que yo creo. Mis queridos lectores, ese pequeño lapsus en nuestra fe nos llena de angustia y frustración y nos ha llevado a tirar la toalla antes de tiempo, a abandonar proyectos trascendentales para nuestra vida. Yo me digo y les digo: cuando asomen esos momentos amenazantes no olvidemos la promesa de nuestro Dios, recordemos que su fidelidad dura para siempre, que simplemente nuestro padre no abandona la obra que Él ha iniciado. Tomo mi fe, la abrazo, la alimento, me lleno de autoestima y me confirmo: Dios no me dejará ni me desamparará. Amén.