PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

¿Por qué Roma persiguió a los cristianos?

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Desde el siglo II a.C., Roma era el poder incuestionable en el Mar Mediterráneo y sus márgenes. La urbe romana era el centro de decisiones políticas y económicas más importantes. Algunos cristianos, como el apologista [defensor de la fe] San Justino (156†), quisieron influenciar al liderazgo de la sociedad, capital del Imperio. Los cristianos sentían que ellos tenían mejores respuestas para las preguntas existenciales, que la torpe sacralización de los intereses romanos. No fue que Roma se interesara por los cristianos, ni que le importaran sobremanera. Roma despreciaba a los judíos, y a su vez, los judíos consideraron a los cristianos como herejes y traidores. Algo del desprecio romano nos ha sido preservado por Juan, el evangelista. Al interrogar a Jesús, Pilato lo pone en su sitio al preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?» Pilato respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» (Juan 18, 33 – 35).

Escribiendo hacia el año 117, Tácito deja constancia en sus Anales del desprecio que sentía la población de Roma por los cristianos. Cuando se supo que el Emperador Nerón (54 – 68) era el responsable del incendio de Roma en el verano del 64, Tácito relató cómo para apagar esos “rumores, Nerón apresó a los reos y los sometió a penas e investigaciones; por sus ofensas, el pueblo, que los odiaba, los llamaba –cristianos--, nom- bre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli [Roma], donde todas las atrocidades y vergu¨enzas del mundo confluyen y se celebran” (Anales, 15:44:2-3). Todavía en tiempos del Emperador Septimio Severo (193 – 211), ¡el Emperador identificaba en un decreto, ¡a los cristianos con los judíos! Intentando explicar por qué Roma persiguió a los cristianos, se pueden enumerar cinco razones relevantes.

Primero, un sector significativo de los cristianos estaba constituido por personas pobres, carentes de educación formal, reservados, críticos, distantes y hostiles a la vida pública del orgulloso Imperio Romano. Segundo, varios escritores acusaron a los cristianos de toda suerte de excesos. Pronto corrieron rumores sobre actividades cristianas, que si hacían fiestas inmorales, que si los cristianos comían carne humana o mataban a sus niños. Algunos de esos rumores provenían de una mala comprensión de la Eucaristía, sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo.

Tercero, para el romano común: los cristianos eran gente fanática y empecinada: extranjeros “trascendíos”, que se atrevían a criticar a los romanos, los dominadores del mundo. Ante la tolerancia generalizada de tantos cultos, de tantos dioses, los cristianos se presentaban con la pretensión de representar la religión verdadera, aquella cuya doctrina había sido revelada por el único Dios verdadero.

Los cristianos eran hombres y mujeres provenientes de otros mundos culturales. Los romanos los consideraban equivocados que daban culto a un hombre que murió en una cruz como un criminal, ajusticiado por el Imperio. La imaginación romana se desbocaba en inventos, al constatar que los cristianos daban culto solamente a un Dios y se reunían en ceremonias secretas.

Cuarto, no favoreció tampoco a los cristianos la hostilidad judía. Ellos querían dejar mal a los cristianos.

Quinto, los romanos pensaban que era una arrogancia cristiana, el considerar a su Dios como el Único Dios verdadero, y no como otra divinidad más entre la trulla de dioses romanos y orientales. Los cristianos se atrevían a predicar así: ¡no le hagan caso a los demás dioses, que no son nada (Hubert Jedin, 1966, 205).

EL AUTOR ES PROFESOR ASOCIADO DE LA PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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