Opinión

Tiempo para el alma

“Que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío”. Salmo 42 (43): 4.

Gracias. Sí ¡gracias! Gracias por la vida y por lo que me queda por vivir. Gracias por las experiencias y por lo que me espera. Gracias por todo aquello que me ha hecho reír hasta llorar: las ocurrencias de mis hijos, el humor entrañable de mis viejas amigas, la satisfacción de ver cómo puedo serte útil para conectar corazones con la fe. Gracias también por las lágrimas no de risa, de tristeza, incluso de tristeza profunda; por las veces en que me he sentido destrozada y sin expectativas, pues eso termina acercándome cada vez más a ti.

Gracias Señor, te doy gracias, mi Jesús, mi Salvador. Gracias por lo que no veo pero que sé que estás haciendo ahora, en este momento, en este preciso segundo de mi vida. Gracias Dios porque sé que estás ahí atando cabos y armando proyectos para mí. ¿Cómo no voy a creer que puede hacer esto el mismo que puso cada célula de mi cuerpo en un orden perfecto para hacerme quien soy? Gracias Señor. Mi gratitud llegue a ti como melodía armoniosa, como flor fragante, como la ternura de un niño, como la sonrisa de tu hija amada, en quien te complaces.

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