Opinión

PANCARTA

El acabose morado, de lo mal a lo peor

Raúl Pérez Peña (Bacho)Santo Domingo

El acabose morado aceleró su precipitación desde que las sobrevaluaciones incidieron en los elevaos ingresos de quienes inclinaron la balanza interna hacia el plan reeleccionista, que luego prostituyó la contienda electoral hasta lograr sus resultados.

La intervención más esperada ante las dos cámaras en las últimas décadas no divisó ni las primeras consecuencias, mientras la ciudadanía sigue esperando que caiga el primero de los corruptos.

El escenario testimonió la pobreza del discurso ofi cialista para sacar al gobierno del hoyo que entrañan las confesiones de que funcionarios gubernamentales recibieron sobornos por cerca de 92 millones de dólares a cambio de gestionar contratos de obras multimillonarias.

La promesa de dejar para el fi - nal de la intervención la posición gubernamental sobre la corrupción y la impunidad despertó expectativas que se disiparon en la medida en que se abordaban temas consignados en la temática de la “rendición de cuentas”.

Trascurrido el mal momento de la alocución, el amanecer del martes debió suceder con más pesimismo que optimismo ante el convencimiento ciudadano de que no caerá ningún funcionario y de que tampoco se llegará a ninguna consecuencia.

Quienes así piensan, especulan o apuestan, estarán atentos a las reacciones que emanen del sentimiento de una población hastiada por los vulgares y sucesivos engaños que registran años.

Si previo al discurso creció la indignación hasta parir la marcha verde, en lo adelante no puede contemplarse otra cosa que no sea el incremento imparable de la misma indignación, que ha de traducirse centenares de miles de fi rmas si no paran el proceso.

El futuro dominicano acentuará su imprevisible característica a partir de mañana mismo.

Si algo hay seguro en el tiempo a transcurrir es que el acabose morado seguirá de mal en peor.

Es un proceso con creciente dinámica propia que no debe malearse ni sujetarse a designios impuros.

Deben encenderse los faroles a conciencia de que la ruta sea enriquecida por las propias masas en su cauce.

Depender de quienes pretenden aprovechar el río revuelto con fi nes grupales puede conducir a que se esfume la indignación social.

Mientras tanto, la lucha sigue ascendente.

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