Opinión

Pavimentando el camino

En la política las decisiones son hijas de las circunstancias, es verdad, pero también hay políticos que hacen las circunstancias, las crean y hasta las fuerzan. Tengo la convicción, a lo mejor indemostrable, que luego de los nombramientos de funcionarios, estos han cedido paso a planes concretos, prioridades y calendarios con respecto a las circunstancias políticas que deberán imperar para el tiempo preelectoral del 2020. Decisión programada y cuidadosamente planeada es arribar con “fortaleza moral, desprendimiento material y buen clima de confianza mutua”, es decir, se inicia la pavimentación del camino hacia los plebiscitos del 2019 (Consultivo y Aprobatorio) para modificar la débilmente protegida Constitución de la República. Y más cuando no se han puesto los “candados”.

El propio presidente Medina es consciente que llegado el momento no sería posible volver a la experiencia del 2015, tan traumática, reductora de principios, valores, ideología, partido y oposición. Para el 2020 habrá que llegar con el mayor prestigio de la gestión transparente y de eficiencia administrativa.

El gobierno transparente, confianza en el Estado Social de Derecho y una Justicia equitativa, son la lectura pesimista del proceso político porque ya no sería espacio para un arrepentimiento fingido. Hay que arribar con una hoja de ruta que evite el hundimiento de su popularidad que terminaría cuestionada por tolerancia.

Es por ello que esta decisión de las comisiones por decretos que emitió el Gobierno busca consolidar una imagen de responsabilidad de un partido que ya habría cumplido 19 años de ejercicio del poder en medio de un descrédito y pérdida de confianza en los partidos políticos.

El Palacio parece haberse dado cuenta del peligro para su propio partido y su proyecto político que el oficialismo peledeísta siga con carta blanca para hacer a su antojo consciente del cuadro latinoamericano con respecto a las responsabilidades judiciales. Entiendo que es una respuesta atenuante por parte del Gobierno con el objetivo de evitar tropiezos en su camino. También está en la agenda el franco declive de la fiscalidad de la función pública, realmente desacompasada y que afecta la efectividad de un gasto público que variaría si es políticamente sensible, es la impresión que nos dejan las restricciones presupuestarias.

Para más señas autobiográficas de este diseño, el propio Presidente, que se ha hecho todo un maestro del suspenso, sabe que su manejo tiene implicaciones de índole reputacional, de ahí su profunda atonía con la pancista y acomodaticia sociedad civil a la cual le ha incorporado en ministerios y direcciones generales. No hay forma de ocultar que el presidente Medina se dejará empujar, no solo por las circunstancias creadas sino, además, por las desviaciones que acechan a los mandatarios: el gusto al poder; la obsesión de construir; los halagosÖ, todo en su conjunto se tomaría como pretexto para exprimir la Constitución. Él nos deja la apariencia de que su presentación en el 2020 depende de un resultado exitoso en cuanto a combatir el binomio más pernicioso de los gobiernos de la región latinoamericana y del Caribe: la corrupción y la impunidad. Si actúa como parece, para evitar el proceso de corrosión que genera la tolerancia, entonces podrá obviar el descrédito irremediable. Él tiene la alta responsabilidad de que el Gobierno funcione correctamente.

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