Tiempo para el alma
“Quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús”. Heb. 12: 1, 2.
Cuánto nos pesa la amargura. ¡Qué mochila insoportable! Nos tortura la triste decisión de dejarnos abastecer por todo lo negativo, todo lo que no queremos, en esa desgraciada atracción por lo que sabemos que no nos pertenece. Pero no soltamos, seguimos aferrados a nuestro complejo de “clavos”, dejando que nuestras culpas nos den y nos den, nos estropeen y nos hundan atropelladamente en el hueco sin que hagamos absolutamente nada, más que dejarnos golpear y hundir. Probablemente no sea tarde para revelarnos ante nuestro propio complejo de “clavos”, de quitarnos lo que nos estorba, de soltar peso, carga. Si lo decidimos, también muy probablemente, podamos encontrar esa capacidad de redefinirnos, de convertir todo lo negativo, todo lo oscuro de nuestras vidas en oportunidades de crecer, de reencontrarnos, de superarnos felizmente a nosotros mismos; resiliencia, le llamarían los psicólogos.