Opinión

¡Tirso era como un gigante en el aula!

En el pasaje bíblico el salmista dice que son 70 los años del hombre en la tierra, y en Génesis se asegura que los días en la tierra de Matusalén fueron de 969 años, y los de Noé de 950 años. En verdad ambos tienen razón. La edad de un ser humano puede ser infinita en el ciclo dilatado de un ensueño o en la devoción a unas ideas que enaltecen el acto de vivir.

La cronología es puramente formal. Un niño que muere decía el poeta, es un absurdo, porque nos hace imposible comprender la misión de la muerte. Vivir intensamente no es desbocarse sino sembrarse. Es vivir apegado a principios, a normativas éticas, a la búsqueda perenne de un sistema de justicia plena. No es vivir vegetativamente, es insertarse en una dialéctica de cambios que trascienden el tiempo vivido, que lo rehace para nuevas primaveras, para el cultivo de la alegría donde el amor, la ternura, la solidaridad, abastecen de energías el campo visual de las utopías más queridas. Cuando uno pasa balance y mira su itinerario de fortalezas, de apremios y compromisos, enaltece la función existencial del trabajo creador y productivo.

Tirso Mejía Ricart es un dominicano de hoja de servicios digna y portentosa. Sin una sola mácula en su vida, proviene de una familia distinguida que le entregó a la Patria a uno de los más generosos mártires de la lucha por la libertad, Octavio, que en la cumbre de su éxito profesional en Europa y Estados Unidos, tomó el fusil para liberar la Patria del oprobio y la tiranía, en la gesta gloriosa del 14 y 20 de Junio de 1959, sin esperar nada a cambio, es más, con la certeza de que la muerte era la probabilidad más próxima, pero con el convencimiento de que el sacrificio no sería en vano, como no lo fue, constituyéndose en el despertar de la conciencia democrática del pueblo dominicano.

Conocí a Tirso en el aula universitaria a principio de los años 70, fue mi profesor de Psicología Social 1 y 2. Sus cátedras estaban llenas de contenido y sabiduría, sometido a un riguroso esquema de aprendizaje. Tirso era como un gigante que entraba en el aula, cuando todos guardábamos silencio de inmediato, imponía con su presencia la atención debida, el seguimiento a las categorías psicosociales y nos introducía al proceso de profundizar y enriquecer los temas procurando investigar y ampliar los conocimientos. Siempre abierto a las discusiones y cuestionamientos, nunca lo vi perder la paciencia requerida para lidiar con estudiantes desafiantes, contribuyendo a elevar el coeficiente de capacidad demandado.

Tirso es el historiador oficial de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, sus obras constituyen aportes esenciales del proceso social e histórico. Es doctor en Medicina. Es licenciado en Filosofía y Letras. Estudios de doctorado en Psicología y Residencia en Psiquiatría en la Universidad de Bonn en Alemania. Ha realizado innumerables estudios en planificación educativa con la UNESCO, es técnico en Estadísticas, tiene postgrado en Historia, entre las muchas calificaciones que hacen de él un profesional de la alta inteligencia dominicana. Habla cuatro idiomas. Durante la guerra de abril de 1965, formó parte de grupo de intelectuales revolucionarios que asesoraron al Coronel de Abril, Francisco Caamaño, en las arduas tareas de defender la Patria contra el invasor extranjero.

Perseguido con saña por la dictadura de Trujillo, igual que sus hermanos y hermana, salvó milagrosamente la vida, enrolado en los aprestos conspirativos de las células del Movimiento Clandestino 14 de Junio. He militado con él en las luchas por la democracia, hemos sido compañeros en más de una coyuntura política, estuvimos junto a José Francisco Peña Gómez; vivimos la represión y la intolerancia política, los años del terror. Nunca lo he visto vacilar, declinar o abjurar de sus ideas y principios. Respetuoso, cordial, novedoso, Tirso remoza su pensamiento, ejercer la crítica, hace señalamientos y advierte peligros para la democracia dominicana.

En estos días cumplió 80 años, como un centauro, cabalgando sobre dos siglos intensos, sin abandonar el camino de las ideas de transformación social y humana, sin capitular, buen amigo, buen compañero, nunca he visto en él, el menor asomo de arrogancia o autosuficiencia. Referente moral de su época en medio de la descomposición social dominicana. Fue el pasado día 14 de junio el encuentro de sus amigos para congratularlo, pero su natalicio es el 16 de junio. El azar quiso fundir el recuerdo de la fecha más pura y noble con su natalicio, porque quizá nació de nuevo el 14 de junio de 1959. Y porque esos ideales aún esperan en las puertas de la historia el aldabonazo de una nueva sociedad de hombres y mujeres libres. 80 años son una proeza del existir, de vivir con sentido, de unirnos a la alegría de un tiempo nuevo, de forjar esperanzas, de templar destinos.

No pude estar con Tirso esa noche, y sentí un vacío que intento llenar con estas palabras, con este alfabeto de vocablos y tentaciones del alma, que es la lengua cuando se usa para decirle a un amigo públicamente cuánto se le admira, cuánto se le quiere y se le respeta.

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