EL BULEVAR DE LA VIDA
El gran museo del cinismo
DE EINSTEIN A GANDHI En el patio nacional van y vienen los problemas, se deteriora la convivencia, la inequidad social no cesa, la arrabalización institucional aumenta, y sin embardo, no se observa una reacción que se corresponda con la gravedad de lo que estamos viviendo. Sin escuchar a San José Sánchez, los dominicanos hemos convertido a nuestra sociedad en “un buen proyecto para el mal”. Y así vamos, quejándonos de males que NO enfrentamos, negados a hacerle caso a Einstein y a Gandhi. Al primero, a don Alberto, porque no se puede esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo (el cómo se enfrenta en estos días la delincuencia es un buen ejemplo); y al segundo, al Mahatma, porque no lograremos nunca mejorar nuestro barrio, la esquina, el país, nuestro mundo si no nos convertimos en el cambio que deseamos ver en ese barrio, esquina, país, mundo. Y así vamos, respirando pero muertos de indiferencia y egoísmo, sumidos en nuestros íntimos resentimientos, convertidos en unos seres humanos en receso que pregonan amor promoviendo y celebrando el odio en romerías de fundamentalismo, cruz y fuego. Así vamos, irresponsables e irreflexivos, sumidos en nuestro drama de corrupción, inseguridad, arrabalización institucional, delincuencia de cuello multicolorÖ y demasiado cinismo, eso, que somos el gran museo del absurdo y el cinismo. Hablemos de corrupción.
EL GRAN DÍNAMO DE LA CORRUPCIÓN Lo he escrito antes: en nuestro país la corrupción es ya una fiesta cuyo gran defecto es no haber sido invitado a ella. Aquí la corrupción es una rueda que gira y gira, se acelera o ralentiza pero no se detiene; aunque debo destacar que nunca como ahora había estado tan “democratizada”, tan aceptada y celebrada socialmente. Es ella en sus múltiples expresiones el dínamo (y no de Kiev) de la economía y la vida social dominicana. Todo gira en torno a ella, con más o menos disimulo, pero gira: desde las elecciones hasta la vida empresarial, el derecho, el periodismo, la ingeniería civil o la empresa farmacéutica. Claro que la excepción confirma la regla, que generalizar es errar, que siempre digo, sí; pero esto no impide asegurar que en nuestro país es ella quien mejor explica el pecado original de buena parte de las fortunas nacionales, con el Estado dominicano y sus dones como fuente, sólo que, salvo el “mal de amores”, todo lo puede el tiempo. Por eso en la actualidad hay aquí tantos “prohombres de la decencia” que descendientes del más vulgar latrocinio de hace mil años, cincuenta o veinticinco.
DE FACEBOOK, FANTOCHES Y EXHIBICIONISTAS Desde doña Leonor de Ovando hasta ayer como a la once, la corrupción ha marchado así, sólo que en los últimos años la revolución tecnológica ha convertido a todos los ciudadanos en “periodistas” con grabadora y cámara en mano, (su celular), por lo que ya nos enteramos incluso de lo que no ha ocurrido. Facebook, la más poderosa entre todas las redes sociales, es un ejemplo de cómo se puede informar, desinformar, educar, difamar, mentir y aclarar, y todo a la vez. La corrupción es hoy el eje de la vida nacional, lo que agrava el hecho de que los dominicanos somos demasiado fantoches y exhibicionistas para escuchar los consejos del presidente Ulises Hilarión (Lilís), quien recomendaba a sus compadres “esconder las plumas de la gallina”, o sea, las pruebas de sus fechorías en sus negocios con su gobierno. Precisamente, de esa corrupción tan generalizada, de esa impunidad tan celebrada, de esa arrabalización institucional que el caciquismo político de nuestro atraso aumenta, de ese occidental confundir el “tener con el ser”, en fin de no releer a Gandhi e ignorar a Einstein o Krishnamurti es que vienen nuestros lodos y vergüenzas. Con su permiso.