Opinión

PUNTO DE MIRA

Motos y el terror al SIM

Unas elecciones ni un Presidente cambian un país de la noche a la mañana. Un problema social se resuelve con la mezcla de comprensión y acción. La seguridad pública es un reto.

Los protagonistas sociales, sobre todos los que tienen recursos económicos, deben sentarse en el altar de la meditación para enfocar el tema de la inseguridad. Sufrimos los embates de la delincuencia pero quizá eludimos deliberadamente las causas.

Ser delincuente es más que un deporte. Artillados con la falta de escrúpulos y la complicidad del uniforme las ciudades son recorridas por personas ávidas de dinero fácil.

Los ciudadanos están atrapados por el doble círculo de militares y policías delincuentes o cómplices sumados a fiscales y jueces de la misma ralea. No tenemos salvación.

No hay jefe policial que pueda ser eficiente si la tropa que comanda tiene tantos delincuentes infiltrados.

Cortar la mala hierba no impide que crezca. Los cuerpos armados, la dirección política y jurídica, los empresarios, las iglesias, deben buscar un punto de encuentro para dilucidar la falta de seguridad sin politizar el tema. Hay que buscar salidas.

En las redes sociales brotan muchas sugerencias de cómo enfrentar el problema. La mayoría de los aportes son medidas de represión extrema.

Los motoristas son vistos como delincuentes potenciales. Hay más de un millón de vehículos que se usan para tareas variadas, y la marcha de las motocicletas en las noches se va tornando como el sonido de los carritos del SIM en la era de Trujillo: ante su proximidad los peatones se encogen de miedo, sobre todo las mujeres.

No es únicamente en los barrios marginales que atacan. Las víctimas de mayor poder económico están en el polígono central. Precisamente donde se concentra el poder económico y político. Muchos de los atacados no salen en los medios, pero no le resta gravedad al tema.

Es un problema que lejos de disminuir crece. Lo peor de todo es que se vive postergando el análisis de las causa para poder enfrentarlo y buscar soluciones. Todos podemos ser víctimas de la delincuencia.

El fomento del deporte, las actividades artísticas, las oportunidades de empleo, son medidas que pueden ser tomadas porque funcionan. Sin posibilidades docentes o desertores de las aulas muchos jóvenes no saben qué hacer con su tiempo. Delinquir es una salida.

Todos podemos ser víctimas de la delincuencia y eso aumenta el miedo.

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