Financiamiento para el desarrollo
La agenda internacional está centrada en la promoción de la igualdad como centro de las políticas públicas, guiados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible que fueron aprobados por el conjunto de los países que conforman las Naciones Unidas, el pasado mes de septiembre.
La implementación de los ODS, evidentemente, requiere de un plan de inversión que cada país debe implementar en sus presupuestos nacionales, pero también de la ayuda internacional para aquellos Gobiernos de países en vías de desarrollo. Como ha planteado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se requiere de “un programa de financiación tan audaz y ambicioso como los mismos ODS”.
Es por ello que, a la par de las discusiones sobre la implementación de la Agenda de los ODS, es necesario discutir el acuerdo internacional que se ha llevado a cabo en Addis Abeba, capital de Etiopía, el pasado mes de julio de 2015, donde se acordó un marco para el acceso a los recursos que permitan cumplir con la Agenda de los ODS.
Durante el reciente período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe, celebrada en Ciudad de México del 23 al 27 de mayo, se ha planteado una agenda de acción de Addis Abeba, con el objetivo de que los países de la región puedan beneficiarse de la cooperación disponible.
Esta cooperación se alimenta de más de 100 iniciativas a nivel mundial, que tienen como objetivo mejorar las fuentes de financiación de países emergentes, mediante las alianzas público-privadas.
Uno de los objetivos más importantes acordados en la Conferencia de Adis Abbeba, es la creación de un Banco de la Tecnología, que facilitará la financiación de nuevas tecnologías para países en desarrollo. En el marco de la República Digital que propone nuestro Gobierno, esta es una propuesta a la cual es preciso darle un seguimiento especial.
Los acuerdos de la Conferencia de Adis Abbeba son de gran interés para países como el nuestro. En todos los Foros internacionales debemos apelar por su cumplimiento, ya que algunos de los compromisos ya han sido asumidos en años anteriores, pero no se han cumplido.
Por ejemplo, los países donantes han hecho el compromiso de aumentar el 0,7% de su PIB para financiar el desarrollo, sin embargo, la misma promesa se hizo en el año 1970 en el marco de la Asamblea General, y se reiteró en el 2002 durante la Conferencia Internacional sobre Financiamiento para el Desarrollo en Monterrey, México.
Otro acuerdo importante que no ha prosperado, es la necesidad de impulsar sistemas fiscales homogéneos en el marco de la comunidad internacional, que en el futuro permita alcanzar el objetivo de un sistema global sin evasión ni fraude fiscal.
Sin una definición correcta de la financiación del desarrollo, nos arriesgamos al incremento de las desigualdades norte-sur y a un modelo que continúe siendo insostenible.