Opinión

Al hermoso texto de Fafa me suscribo

Mario Benedetti le habría gustado escribir lo que Fafa le escribió a Magaly, un texto de amor hondo, no empachado de frases melifluas, no frívolo como las vanidades del ego miserable, no trivial como los envanecimientos del amor ligero o del amor trauma que destroza el alma. Quizás Erich Fromm lo habría incorporado a su texto inolvidable de “el arte de amar”, en sus clasificaciones psicológicas, o aquel salmista erótico del “Cantar de los Cantares”, le habría hecho un espacio en su litoral de encanto y cedros, manantiales y arbustos de la carne. Pienso que el poeta francés, Paul Eluard, hubiese cedido su caligrafía asombrosa del amor, para que Fafa diera las pinceladas de otra dimensión del amor. Stendhal hubiese redefinido lo que él llamó la “cristalización” del amor, más allá de la suplantación de lo real, en un oficio de demiurgo, como voluntad libre, como independencia y correspondencia afectiva en el más soberano límite de los oficiantes, en su propia escena de alternativas y vínculos, y jamás en lo que Ortega y Gasset, aludiendo al amor castrante, llamó la “imbecilidad transitoria” del enamoramiento en un estado inferior y egoísta del espíritu.

Magaly Pineda, luchadora social, infatigable, consistente, feminista de vanguardia, de un feminismo desafiante frente a estructuras culturales rancias, ardorosa en el ejercicio de sus derechos frente al poder machista, ante todo tipo de injusticias. Magaly Pineda, personaje acucioso en el estudio de las coordenadas sociológicas de nuestro tiempo. Casi cibernética, digital, en el empleo asertivo de la técnica, en la búsqueda de la información para la construcción social del criterio. Magaly Pineda, firme en sus convicciones, ingente en sus propuestas, demandante en sus reclamos de género, en la larga e incesante lidia por igualdades, por sentido de justicia y liberación. Magaly Pineda, estableciendo agendas de trabajo sobre los límites geográficos del planeta, presente en los confines continentales, de palabra concreta, con fuerza expresiva, contundente, argumental, coherente. Se podía estar en desacuerdo con algunas de sus ideas en ese marco plural de la disensión, pero no se podía impugnar la esencia de su accionar crítico a la injusticia humana, a la rémora del atraso ideológico, a la dependencia esclavista y de sumisión absoluta de la desigualdad de la mujer. Se podía diferir, establecer la opresión social y de clase en la pirámide de la organización económica del capitalismo salvaje, pero aceptando que la opresión sobre la mujer, la negación asidua en la historia de su condición y realización humana, ha estado sustentada en la discriminación, subordinación y marginalidad productiva del ordenamiento patriarcal. Magaly Pineda, consecuente con las luchas democráticas del pueblo dominicano, presente en sus episodios más combativos desde la lucha contra la tiranía trujillista. Compañera de Rafael Taveras (Fafa), en su largo peregrinar por los calabozos del terror y el despotismo, en su presencia imborrable en la lucha por la democracia y la libertad, sin capitulaciones, en ocasiones lindando con el sacrificio y el martirologio. Su muerte golpea, deja vacíos, debilita las filas de los que asumen sus ideas con transparencia y dignidad. Fafa Taveras, escribió su epitafio. Nadie pudo hacerlo igual. Escribió con el más alto sentido del amor, del amor trascendente. Escribió en prosa poética. Situó el marco de la vida de Magaly en un torrente inacabable de sueños, ideales, luchas justas y sobre todo de una solidaridad inmensa, gratificante, hermosa. Fafa despidió a Magaly con una fluida y singular poesía de amor. A ella me suscribo:

(49 años después)

“Nunca tuve nada que darte, que no fuera la angustia de vivir los mismos sueños y levantar sin temor igual bandera. Siempre fuimos, o éramos, alegres perseguidos, desafiantes sin ningún dolor ni miedo que detuviera nuestra marcha. Todo lo sabíamos lejos, pero posible. Nadie tuvo urgencia para nada, ni mucho menos legítima preocupación por una muerte temprana. Llegamos a repetir como una gracia: Un día más. Un día más dominicanos. La guerra nos arropa pero la vergüenza nos mantiene en pie. Aun en el recuerdo, una ráfaga de viento nos azota por el respeto a los muertos que fueron nuestros compañeros. Eran y son, una presencia invisible en el alma. Un campanazo secreto hecho una dosis de rabia para escupir sobre el bandido y el farsante que abundan donde la guerra y el heroísmo pasan. Siempre compartimos una ruta crítica con el compromiso de no quejarnos. Sin vanidad los dos pero del rencor no puedo asegurar lo mismo. Ella no perdona muchas cosas que yo olvido. Es una buena mujer, en algunas cosas intransigente conmigo y con los hijos. No pasa por alto las vagabunderías y espera, como si ella fuera a ser testigo que algún día les pidan cuenta a los bandidos que son honorables todavía.

No nos venció el terror. Ni el crimen, la calumnia, el cáncer ni el chantaje. Supimos siempre que todo era transitorio tanto por las estrecheces, la persecución como la cárcel. Y ahora 49 años después nos abrazamos y nos decimos al oído los dos, qué raro es el amor que aún perdura, aunque yo, no tenga como siempre nada que darte y tú como siempre no tengas nada que pedirme”. (Fafa)

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