Podemos ser optimistas
El inicio de un nuevo año, como ya es costumbre, abre el debate sobre si la economía mundial crecerá o no. Y si crecerá o disminuirá en qué proporción lo hará y en qué países pasará una cosa o la otra. Algunas de las fuentes globales que tocan esos temas están hablando de crecimiento de bajas cifras de quizás un 1% en algunas economías desarrolladas y cifras ligeramente más altas en economías menos desarrolladas. Quizás sea bueno refrescar algunas cifras frías para de esa manera ubicar mejor los pronósticos y su significado. La consistencia de los datos nos permite asumir con menos sobresaltos la situación y así programarnos mejor como países y como personas. A nivel global la tasa de incremento de la producción promedio por habitante, entre 1700 y 2012, fechas que incluyen la Revolución Industrial, y el inicio de la Revolución Tecnológica, fue de apenas 0,8% anual. El mayor crecimiento entre esas fechas fue en los años que van del 1913 al 2012, donde se alcanzó un 1.6%. Es decir, que se mantuvo el mismo 0.8% incremento anual consignado en el periodo que usamos para ilustrar el tema, 1700-2012. No obstante las evidentes transformaciones que el mundo ha tenido a partir del 1700, la economía mundial no ha tenido incrementos espectaculares, ni siquiera en los países donde fue más notorio el bienestar. Cuando analizamos de manera regional las cifras del incremento de la economía veremos que, desde 1913 al 2012, Europa incremento sus riquezas medibles en apenas 1.9%. Como podemos ver ese periodo incluye las dos grandes guerras, fechas en las cuales se hicieron grandes inversiones para la reconstrucción de los países afectados. En ese mismo periodo el continente Americano crecía apenas 1.5 y Asia 2.0%. Entre 1990 y 2012 el incremento en Europa Occidental de la producción por habitante es de apenas 1.6%. En ese mismo tiempo en Estados Unidos, incluyendo la crisis del 2008, el incremento fue de 1.4% y en Japón apenas alcanzó el 0.7%. Estas cifras incluyen además el periodo de la Revolución Tecnológica que vivimos desde hace apenas algunos años. Con esas cifras bajas de crecimiento es ostensible el cambio que se ha producido en cuanto al nivel de vida de los seres humanos a nivel global. Lo que falta es una mejor distribución del bienestar. Es decir, mayor equidad global.