A UN COMENTARIO GRIS

Aborto: un problema personal de conciencia

Ética y paradoja de la alimentación.- Toda anulación de lo viviente es por defi nición un acto “inmoral” en sí que como tal compete a nuestra condición humana. Cuando masticamos una lechuga o aun peor, devoramos el cadáver de un animal asesinado para alimentarnos, generamos un problema de conciencia que tiene que ver con la misteriosa programación para seguir siendo de todo lo vivo. La conciencia humana se formulará siempre, en todos los tiempos, las mismas interrogantes relativas a la paradoja de su alimentación, ¿por qué la vida está compelida a engullir vida para seguir viviendo si la inteligencia de lo viviente es no dejarse matar? Es decir, ¿por qué el león en su inconsciencia programada tiene que asesinar al cervatillo si ninguno de los dos está programado para querer morir? En el mundo lógico de nuestra conciencia ¿no debería el león querer matar y el cervatillo querer morir? ¿Qué sentido tiene esta eterna y angustiosa agonía de la vida liquidando vida para cumplir con el condicionamiento interior de seguir viviendo? Quizás cuando seamos humanoides o si evolucionamos para alimentarnos del sol podremos superar esta carnicería evolutiva.

Solo el hombre, por su formidable memoria, base de la autoconciencia, percibe este contrasentido sin solución y crea una ética de la devoración y de la proclividad humana a la aniquilación del otro, fundamento de toda otra ética: a mayor complejidad del organismo vivo devorado o ultimado, mayor la culpa, la identifi cación de la conciencia con la criatura sacrifi cada. Asesinar un animal es menos culposo que asesinar un hombre, asesinar un vegetal lo es menos que hacerlo contra un animal, todo porque el creador de las categorizaciones procura alejar su propia muerte por semejanza.

Moral del aborto.- Cuando Danilo Medina devolvió el reformado Código Penal procurando determinado nivel de protección en favor de la mujer fecundada, hace en primer término uso intuitivo de este criterio de la complejidad.

Ante el peligro inminente de muerte por la interconexión de ambas vidas, ¿a cuál de las dos, en la disyuntiva, tenemos la obligación moral de salvar? Sin duda que a la más compleja, es decir, a aquella cuya autoconciencia o “humanidad” está más perfeccionada, la madre. En consecuencia, resulta absolutamente ÉTICO y religiosamente correcto preferir a la madre sobre el cigoto ante el dilema de decidir cuál de ambos vivirá.

Todo aborto.- La decisión trascendental de una mujer de optar por el abortamiento es y será un problema personal de conciencia que solo compete a ella. La alusión dogmática “embellecida” de respetar obligatoriamente la vida “desde la concepción” impuesta por ley del Estado, exclusivamente sobre la hembra, deviene en sofi sma y desconoce el libre albedrío y las libertades históricamente conquistadas de la mujer.

La mujer es la más grande víctima de la historia, las sociedades de todos los tiempos han sido y son despiadadas con ella, particularmente las sociedades dogmáticas y fundamentalistas, y toda ley que no la deje decidir sobre el destino del fruto de su vientre, bajo sus propias consideraciones personales y de conciencia respecto al origen del embarazo, pronóstico médico, situación social y económica y su conveniente estado de salud físico y mental, resulta discriminatoria, negadora de derechos, abusiva, exagerada, extensiva, segregacionista, “machista”, represiva, retrógrada, invasiva, cruel...

Es la pretensión, puro sofi sma de alusión a la autoridad, en este caso “moral”, de hacer cumplir en carne ajena mediante represión los convencimientos dogmáticos de otros, sin asumir, en nuestro caso específi co como Estado, sociedad o iglesia, las consecuencias sociales de la imposición.

A partir del nacimiento del feto, transformado en conciencia inicial, la mujer quedará a solas con todos sus fantasmas, siendo, por estadísticas nacionales, una ciudadana pobre, posiblemente abandonada, que dejará lo mejor de su vida en su lucha solitaria para sobrevivir junto a sus criaturas.

Si la fecundación proviene de la violencia física, la tortura o el incesto, o si la discriminación y la pobreza extremas zahiere la prole hasta molerlos por dentro, el dolor social desgarrará su conciencia, desarrollando en ellos la tendencia a atacar la sociedad, a modo de ciego ajuste de cuentas, compelidos a llenar de sangre su vacío...

Así visto, todo aborto deja de ser un problema religioso, aun las religiones lo asuman como dogma de manera privada, para convertirse en un asunto social y de índole personal e íntimo en tanto atañe a la conciencia y libertad conquistada de la mujer.

Y nada más.

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