FE Y ACONTECER

“Los publicanos y las prostitutas les precederán en el Reino de Dios” (mt. 21, 31)

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo 28, 26? del tiempo ordinario Aquien le pueda parecer extraña y hasta escandalosa esta afirmación, sepa que la encontramos en la enseñanza de Jesús en el Domingo 26 del tiempo ordinario. Jesús comienza su predicación con una pregunta: “Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. Acercándose al segundo le dijo lo mismo: Ya voy señor, pero no fue. ¿ Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Le dijeron: - El primero. “Les aseguro que los recaudadores de impuestos (los publicanos) y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de Dios. Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, aun después de verlo, no se arrepintieron ni le han creido.” A este texto del Evangelio precede otro no menos comprometedor para los escribas y fariseos. Está en el mismo capítulo 21 de San Mateo y es el siguiente: “Entró Jesús en el templo y se puso a enseñar. Se le acercaron los sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad? Jesús les contestó: Yo a mi vez haré una pregunta, si me la responden, les diré con qué autoridad hago esto: el bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿del cielo o de los hombres? Ellos discutían la cuestión: Si decimos que del cielo, nos dirá que por qué no le creimos; si decimos que de los hombres, nos asusta la gente, porque todos tienen a Juan por Profeta. Así que respondieron a Jesús: -No sabemos. -Él les replicó: Entonces yo tampoco les digo con qué autoridad lo hago”. Es claro que la autoridad con que Jesús actúa, molesta a sus adversarios, creyéndose ellos los únicos con derecho para actuar como lo hacía el Señor. Este fue uno de los debates con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. Se discute la autoridad con que Jesús entró en la ciudad, purificó el Templo, sanó a los enfermos y enseñó. Jesús responde, como en otras ocasiones, preguntando si el bautismo de Juan era de Dios o era humano. Sus acusadores se ven obligados a dar una respuesta (“No sabemos”), con lo que quedan humillados frente a los observadores y reafirman la autoridad de Jesús. Los lectores de Mateo saben que tanto la actividad de Juan como la de Jesús provienen de Dios. ¡Qué admirable, coherente y sereno se muestra Jesús frente a aquellos hombres envidiosos y apasionados! Para ellos Jesús era, como todos los demás galileos, un desconocido que no tenía autoridad doctrinal. Solo ellos eran sabios y podían enseñar, pero la forma en que les respondió echó por tierra sus pretensiones y los desautorizó. Seguramente que la acción de Jesús en el Templo de Jerusalén, cuando echó por tierra las mesas de los cambistas, y ordenó sacar todos los animales que vendían para los sacrificios, aumentó el rencor que tenían contra Jesús, a quien no reconocían autoridad para esa acción. Sólo hombres obsesionados como ellos no fueron capaces de reconocer en Él un ser extraordinario, un Profeta único, el Hijo de Dios, cuya misión era precisamente salvar a la humanidad con la despiadada muerte que le proporcionarían días después. Quiero hacer una última salvedad. Leyendo esta página del Evangelio, hay que aclarar que de ninguna manera Jesús justifica la prostitución que hoy envuelve a millones de hombres y mujeres en el mundo, como las había entonces en los tiempos de Jesús, quizá en menor proporción porque la población era más pequeña. Lo importante es saber que el Evangelio por definición es Buena Noticia, noticia de rescate, de esperanza, de salvación, también para las prostitutas. Más aún para ellas antes que a otros. Como sabemos muy bien, Jesús, el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios, durante su ministerio siempre las acogía y las perdonaba, “tus pecados quedan perdonados, vete en paz y no sigas pecando”, como el caso de la que fue sorprendida en flagrante adulterio y llevada por los fariseos con la pretensión de que Jesús la condenase. El castigo era matarla, pero Jesús conociendo a sus acusadores le dijo: “Vete en paz y no sigas pecando”. Qué hermosas enseñanzas nos deja este trozo del evangelio en que Jesús demuestra su poder divino y su grandeza humana. Cualquier persona que lea desapasionadamente los Evangelios verá el contraste en las actitudes de Jesús y de los escribas y fariseos. Estos se mostraban insoportables frente a cualquier pecado de los demás, Jesús por el contrario siempre era misericordioso. Aquí radica la inquina de aquellos hombres contra Jesús, que los desautorizaba por su orgullo, falsedad e hipocresía. Y esta actitud irracional la mantuvieron hasta el momento final de verle morir en la cruz, llegando incluso a mofarse de él porque habían logrado darle el castigo que, según ellos, merecía, desconociendo en su soberbia actitud, que con su muerte estaba redimiendo a la humanidad de todos sus pecados, incluso los de todos ellos.

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