Opinión

¿De qué hablaremos, profesora Ivelisse?

Ivelisse Prats Ramírez de Pérez es sin lugar a dudas una de las mujeres más inteligentes y capaces que ha parido la sociedad dominicana. Hablar con ella es un deleite. Se habla de todo pero con nivel académico, con lucidez teórica, con sistemas epistemológicos actualizados, ella conceptualiza con rigor y brillantez. Pero además ríe, disfruta la vida, se toma libertades para convivir y fraternizar, no tiene pizca de arrogante, no hiere, no difama, no lesiona la dignidad de los demás. En estos días me llamó para decirme que organiza ahora un nuevo curso de formación ideológica, y como siempre, me pide la colaboración. Entre ella y yo hay una complicidad utópica, sostenida en quimeras, compartidas en varias etapas de la vida social y política de la nación. Juntos redactamos documentos de convenciones políticas del PRD. Siempre el doctor José Francisco Peña Gómez nos designaba para esos fines y luego nos convocaba para discutir los planteamientos sobre la ideología, el socialismo democrático y los cambios dramáticos que alteraban el orden geopolítico mundial. Discutir con Peña Gómez era un espectáculo, su destreza, su convincente articulación del criterio, su experiencia internacional, sus tratos y vínculos con figuras trascendentes del mundo, su capacidad para enmendarnos desenfoques, pero sobre todo su humildad para rectificar algunas apreciaciones teóricas sobre el devenir histórico de la humanidad. Nuestra relación fue tan intensa con Peña Gómez, que en una ocasión, en medio de una crisis política de cierta envergadura, en los años 70, nos convocó a las cinco de la mañana, a vernos de urgencia. Me asignó la tarea de procurar a Ivelisse y llevarla conmigo a esa reunión trascendente. La llamada en clave, convocando la reunión fue a las 4.30 de la madrugada. Tamaña tarea la mía, despertar a Ivelisse, decirle que la pasaría a buscar en treinta minutos, y tratar de explicarle, sin poder explicarle, a su esposo, mi querido Mario Emilio Pérez, que se trataba de una urgencia histórica y que cumplía un mandato del doctor Peña Gómez. La situación del país era convulsa, vivíamos en el período conflictivo y represivo de los doce años de los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer, y los teléfonos de los dirigentes del PRD estaban intervenidos por los organismos de seguridad. Sin vacilaciones, la profesora Ivelisse Prats Ramírez de Pérez, me dijo que estaría lista en el tiempo requerido. Cuando se montó en mi pequeño auto Volkswagen, lo primero que me dijo, con su sentido de humor, ante lo poco frecuente de una convocatoria a esa hora, fue: “”yeme, Tony, por lo menos vamos a tumbar al gobierno”. La reunión con Peña Gómez fue para informarnos a esa hora, de una reunión que acaba de sostener con ocho o nueve oficiales de las Fuerzas Armadas dominicanas, quienes habían hecho una propuesta sobre la situación política dominicana y las decisiones que debía tomar el PRD en relación con la candidatura presidencial en aquella coyuntura. Necesitaba que lo oyéramos y opináramos. Eran tiempos de gigantes, fuerzas sociales en movimiento, credo político de ideas, plataformas ideológicas y riesgos conscientes en la búsqueda de acciones que transformaran el mundo. Entonces no hablábamos de cargos, de posiciones lucrativas, de dádivas, de tarjetas ni prebendas. El Partido era una escuela de pensamiento, nadie podía erguirse si no tenía la suficiente audacia del concepto, de la deliberación política y de la lucha por adecentar la nación. Transitábamos de la experiencia ideológica y del saber a las iniciativas de unidad y acción, para darle un sentido superior histórico a las lides partidarias. Hoy recuerdo aquella reunión con Peña Gómez, con saudades y entrañables valores humanos a propósito de Ivelisse, que me acaba de llamar para decirme que me asignó una materia en el curso ideológico y académico de las clases que durante muchas décadas ella ha dirigido con tino y claridad política. Me quedé pensando unos segundos en la crisis de identidad que viven los partidos, y solamente pude inquirir a Ivelisse: ¿Y de qué hablaremos profesora, si nos sustraen las ideas y los sueños, si han convertido la política en el culto a la mentira, en la imperiosa necesidad de enriquecerse y de vivir de incautos?

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