Campañas electorales
El plazo fatal: el día de las elecciones (4/5) Las campañas electorales tienen una particularidad que las separa de casi todo esfuerzo que emprende un colectivo en procura de un objetivo. Y es que a diferencia de, por ejemplo, las estructuras empresariales que se organizan, se estructuran, planifican y ejecutan una estrategia para vender un bien o un servicio en plazos de tiempos amplios, las campañas electorales, articulando y movilizando organizaciones y estructuras muy similares a aquellas de grandes empresas, tienen por lo general, solo un día ---o más bien, algunas 10 horas de un día--- para vender ese producto que, en ocasiones, llevan años promoviendo y mercadeando: un candidato. Todo esfuerzo cuanto se emprendió; toda estrategia ejecutada; todas las horas invertidas en entrevistas, cenas, mítines, caminatas, reuniones, caravanas y más; todos los recursos recaudados y gastados, todo, se ha hecho con miras a este día, el único que importa: el día de las elecciones. En las campañas bien organizadas, los preparativos para este día inician desde el primer momento en que empieza el esfuerzo electoral. Se van construyendo las redes de colaboradores, no solo con criterio político y técnico, sino además geográfico. Lo que se procura es, que llegado el día, se tengan identificados, nombre a nombre si fuera posible, dos conglomerados de personas: los votantes seguros y los votantes potenciales. Ahora bien, ¿cómo logramos eso? Solo con mucha organización y con la utilización óptima de la información. Las campañas electorales organizadas bajo el amparo de algún partido político, por lo general, ya tienen una base de datos inicial con la cual trabajar: los padrones de sus partidos, y eso les da al menos un primer acercamiento a sus “votantes seguros”. A partir de aquí, el resto se obtiene con levantamiento propio. Se recomienda documentar de manera sistemática, y clasificar minuciosamente, todas las manifestaciones de apoyo o de interés a lo largo de toda la campaña electoral, de forma tal que con las estructuras creadas para la ejecución del día de las elecciones, se pueda dar seguimiento y tener la certeza de que, en el menor tiempo posible, hayan sufragado todos aquellos que hayamos identificado como parte de nuestro apoyo troncal o seguro. Los otros, los “votantes potenciales” se construyen por deducción y por ejercicios de aproximación. Es lógico colegir que quienes se encuentren empadronados y activando en otras organizaciones políticas, muy probablemente, no votarán por nosotros, y es por eso que las campañas profesionales, en ese conglomerado de personas, no invierte ni tiempo, ni recursos, ni esfuerzos. Una vez hemos sustraído todos los votantes identificados partidariamente, de aquellos hábiles para votar, aplicamos un factor de descuento por abstención electoral que sea compatible con la tendencia histórica ---en nuestro caso alrededor de un 30%--- y quedamos con aquella masa que es por la que, en esencia, se disputan las campañas electorales en competencia: los votantes potenciales. ¿Quiénes son y cómo los identificamos? Aquí, existen diversas técnicas, todas válidas, aunque algunas más precisas y provechosas que otras. Donde existen grandes bases de datos que permitan especular con cierto criterio acerca de los patrones de consumo y las tendencias de comportamiento de las personas ---esto es el “Big Data”--- de lo que se trata es de identificar los perfiles de consumo y comportamiento más comunes entre nuestros adeptos, los ya clasificados dentro del grupo de “votantes seguros”, y a partir de estos, sacar de los “potenciales”, perfiles que sean parecidos en algún grado a los seguros. Esta, aunada a constantes estudios de demoscopia que permitan identificar por aproximación a otros potenciales, constituye la forma más depurada de construir nuestra lista de electores, con el fin de movilizarlos en el día del plazo fatal. Donde no existen las informaciones necesarias para hacer estas investigaciones y proyecciones, la identificación se hace de manera más rudimentaria, basada en la metodología del ensayo y error, la que no produce resultados óptimos y obliga a invertir valiosos recursos de la campaña en esfuerzos que no siempre retribuyen. Cierran las votaciones, y quien haya hecho la mejor campaña, aquella capaz de interpretar de manera certera y autentica las aspiraciones de los electores; y aquel que haya organizado de manera más eficiente a sus votantes seguros y potenciales, se alzará con la victoria. Será así, porque siempre ha sido asíÖpor lo menos donde en el ámbito electoral de la política, se haya dado un salto cualitativo. ¿Hemos nosotros en la República Dominicana dado ese salto cualitativo en el ámbito electoral de la política? Si es que sí ¿cómo lo hicimos?, pero si es que no, ¿qué nos falta para acometerlo? Esa respuesta será el tema de la quinta y última entrega de esta serie de reflexiones centrada en las campañas electorales. El autor es Economista y Politólogo