FE Y ACONTECER
Consagración de vírgenes en la Catedral
El pasado lunes 12 de mayo, víspera de la fi esta de Nuestra Señora de Fátima, tuvimos una hermosa celebración en nuestra Catedral Primada, nueve jóvenes de varios lugares del país, acompañadas de sus respectivos padres, desfi laron vestidas de blanco por la nave central y vivieron la emocionante experiencia de su consagración virginal al Señor. Numerosas personas de las comunidades neocatecumenales a que pertenecen llenaban el templo. Con este grupo suman ya ochenta las jóvenes que han hecho esta solemne promesa, que es tan legítima en la Iglesia Católica como lo es el matrimonio, otra noble vocación para quienes se sientan llamados a él. En realidad, la vocación a la virginidad consagrada aparece en los primeros siglos del cristianismo y se incrementó con las crueles persecuciones de los emperadores romanos, que reaccionaban molestos ante la negativa de los cristianos a reconocer su pretendida divinidad. En el martirologio romano hay una verdadera galería de jóvenes cristianas salvajemente asesinadas por negarse a renunciar a su fe o a aceptar unirse con funcionarios del Imperio y en algún caso hasta con el mismo emperador. Las catacumbas romanas están llenas de esos sepulcros y varias de las víctimas, como es el caso de Santa Cecilia y otras, tienen muy bellas basílicas construidas en los siglos posteriores. Conviene señalar estos datos para que se comprenda mejor que no estamos hablando de un tema superfi cial sino de algo que estuvo en el corazón mismo de la Iglesia desde sus orígenes y que posteriormente evolucionó hasta adquirir la forma que hoy conocemos. -2- También debe decirse que al hablar de la Consagración virginal no nos referimos a la vida religiosa como se conoció en la Iglesia a partir del siglo VI con San Benito de Nursia y su hermana Santa Escolástica. Luego tendría un admirable desarrollo en los siglos posteriores con la fundación de las numerosas Órdenes y Congregaciones que hoy conocemos. El Orden de las Vírgenes siempre ha sido regulado por el Obispo diocesano quien lo establece en su Iglesia, cuida con esmero de la selección de las candidatas, de su formación, estilo de vida, su espiritualidad y vida apostólica. Puedo dar testimonio de que las jóvenes que han recibido esta vocación la están viviendo con gran sencillez, entusiasmo, fi delidad y ferviente vida apostólica. Conozco otras experiencias similares en la Iglesia y me impresionan las coincidencias que se descubren en ellas. Recientemente leí unas páginas de un Cardenal Arzobispo en Europa, ya fallecido, y quiero compartir algunas de sus ideas con los amables lectores. “La consagrada se caracteriza como la discípula que se pone con amor a los pies del Maestro (Cfr. Lucas 10, 39). En efecto, si con el bautismo la virgen es introducida en el misterio de la Iglesia, Esposa de Cristo, con la consagración queda inmersa más profundamente en aquel misterio y se convierte en un signo más visible… El discipulado será tanto más intenso cuanto más profunda sea la conciencia de estar a la escucha de las palabras de gracia que salen de la boca del Maestro para corresponder a su amor infi nito en la realidad concreta de la vida: “Si me aman, observarán mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Amar a Jesús en la condición esponsal signifi ca asumir sus mismos sentimientos (Cfr. Fil. 2, 5), compartiendo su estilo de humildad y dulzura: de infatigable celo por la gloria del Padre y la alegría del mundo”. (Cfr. Card. M. Giordano, La vergine consacrata dono per la Chiesa locale. Lettera pastorale). -3- Lo que leemos en estos párrafos es exactamente la experiencia que hemos tenido en Santo Domingo para gloria del Señor. Sólo me resta congratularme muy sinceramente con las jóvenes consagradas y sus familias, desearles feliz e intensa vivencia de su entrega al Señor y prometerles orar con insistencia para que cada día crezcan en la fi delidad a su esposo místico y a la Iglesia su madre amorosa que siempre velará por ellas. Que el Señor les haga sentir su incomparable amor por cada una y consolide su fe y su esperanza frente a los desafíos que ciertamente tendrán. Me complazco en bendecirlas a todas de corazón.