Desafíos de la diplomacia preventiva
En un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, en que los asuntos de carácter económico y comercial han adquirido una importancia sin precedentes, pero en el cual subsisten zonas de tensiones y de nuevas conturbaciones, merecen tenerse en cuenta los desafíos y oportunidades que genera el ejercicio de la diplomacia preventiva, en el campo de la necesaria salvaguarda y debida consolidación de la paz y seguridad internacionales, en un entorno tan cambiante como el actual en lo concerniente a la dinámica de la política internacional, y marcadamente en el ámbito de la seguridad. En la actualidad la diplomacia preventiva es parte integral de los esfuerzos más amplios de prevención de conflictos, según sostiene el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, y “se refiere específicamente a las medidas diplomáticas que se toman en la etapa más temprana posible y se destinan a evitar que surjan controversias entre dos o más partes, a impedir que las controversias existentes se transformen en conflictos y a evitar que éstos, si ocurren, se extiendan”. Asimismo, en el informe titulado “Diplomacia Preventiva: Obtención de Resultados”, el Secretario General de la ONU precedentemente citado señala: La diplomacia preventiva suele ser una de las pocas opciones disponibles para preservar la paz, a menos que se adopten medidas coercitivas. También puede ser una inversión muy rentable. La mayor rentabilidad de la prevención consiste en las vidas que salva, pero también tiene una rentabilidad económica. El Banco Mundial ha calculado que “el costo medio de las guerras civiles equivale a más de 30 años de crecimiento del producto interno bruto (PIB) en un país en desarrollo de tamaño mediano”. Las guerras civiles más graves causan unos costos acumulados de decenas de miles de millones de dólares, y las sociedades tardan un promedio de 14 años en recuperar las vías de crecimiento original. El ejercicio de la diplomacia preventiva ha resultado ser pertinente en todo tipo de conflicto. Al respecto, se tendrá presente que como necesario preámbulo para el inicio de las estrategias de la diplomacia preventiva debe irse creando la conciencia de que “deben evitarse las actuaciones precipitadas y agresivas”, lo que resulta consonante con la implementación de la necesaria “cultura de prevención” en el marco de la efectiva ejecución de esta modalidad de diplomacia”. En la prevención de conflictos, constata J. Sedky Lavandero, deben tenerse presentes aspectos que corresponden al desarrollo de las naciones, reforzando pilares que sostienen la paz, como son: el fomento de la equidad en la distribución de recursos, elevando consistentemente el nivel educacional, económico y social de la población, así como la implementación y efectivo desarrollo de los aspectos relativos al debido respeto de los derechos humanos, y al fomento y desarrollo de la democracia. Para alcanzar el objetivo de la diplomacia preventiva, que consiste en esencia en “evitar una crisis”, suele ser necesario tener en cuenta tres acciones específicas: tratar de establecer un clima de confianza mutua entre las partes en controversia (potenciales, actuales o pasadas), mejorar los sistemas de investigación y reforzar los mecanismos de alerta temprana encargados de determinar la existencia, o no, de una amenaza a la paz y seguridad internacionales. En casos extremos, si la situación lo requiriera, se actuará conforme a la Carta de las Naciones Unidas que prevé otras diversas formas de proceder. Para H. Schneider, la solución de conflictos implica algo más que ejecutar efectivas acciones diplomáticas, es imprescindible una consistente tarea que cuestiona a “toda la organización”, las formas de trabajo, la ética y la indelegable eficacia de la cooperación internacional, e igualmente el fortalecimiento de las instituciones que garanticen la justicia y equidad, tanto en el orden interno como en el internacional. Debe recordarse, en igual contexto, que existen dos temas que determinados tratadistas vinculan, de algún modo, a la diplomacia preventiva, como son: las denominadas “acciones preventivas” y el llamado “derecho de injerencia”. Este último, de decisión colectiva, en los casos de vulneración de la paz y seguridad internacionales, de violaciones a derechos humanos y en atentados contra la democracia. Ambos temas, por sus diferencias esenciales con la diplomacia preventiva serán tratados en artículos posteriores. Por último, cabe recordar como referencia histórica, que el término diplomacia preventiva fue acuñado por Dag Hammarskjˆld, segundo en ocupar la Secretaría General de la ONU, que en 1960 introdujo este término en el Reporte del Consejo de Seguridad relativo a Sudáfrica. No obstante, la inclusión del concepto efectivamente elaborado, de diplomacia preventiva es relativamente reciente. Fue mediante el “Programa de Paz” propuesto por el entonces Secretario General de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, en 1992, que el concepto adquirió, consecuentemente, importancia a escala global. Hoy en día es evidente que se han ido estableciendo marcos normativos cada vez más sólidos para la efectividad de la esencial ejecución de la diplomacia preventiva. El autor es Premio Nacional de Didáctica y Embajador de Carrera