Opinión

UMBRAL

¡Ay, mi PLD!

Como muchos otros adolescentes, me organicé en el Partido de la Liberación Dominicana, PLD, seducido por el mensaje redentor de Juan Bosch. La Guerra Fría dividía el mundo en dos y había que tomar partido. La ideologización de las organizaciones políticas, sociales, gremiales y sindicales a nivel planetario, definían el perfil de una época de polarización entre el bienestar humano concebido en colectivo, y del progreso, visto desde la óptica de la acumulación de capital a título individual o grupos de individuos, de la que se desprendieron discursos con marcado énfasis en la lucha de clases y desprecio hacia las conquistas sociales.Bosch y el PLD, ubicados en el vario pinto polo que apostaba a la lucha por el bienestar colectivo, levantaron la bandera de la liberación nacional, un proyecto que procuraba una alianza multiclasista que le permitiera al país construir una clase gobernante capaz de colocar en el centro del interés de la nación las acciones políticas, económicas y culturales que nos dieran la independencia con que soñaron los trinitarios; capaz de crear los mecanismos de distribuir de las riquezas de manera más justa, con programas de inclusión que arrastraran a campesinos y citadinos. El esfuerzo debía ser titánico ya que el atraso económico derivaba en rezago político y social, de ahí que el PLD debió concebirse como una escuela de militantes instruidos para ser los agentes de cambio en la sociedad. La disciplina y unificación de criterio se convirtieron en pilares esenciales para acometer el proyecto, que aunque para algunos no pasaba de ser reformista, era verdaderamente revolucionario. Tras el triunfo del capitalismo y toda la excitación que llevó a proclamar el fin de las ideologías como consecuencia del “fin de la historia”, el PLD se vio atrapado, como casi todas las izquierdas, en la encerrona existencial que le condujo a un pragmatismo en el que la toma del poder se convirtió en un fin. La infeliz coincidencia del derrumbe del muro berlinés con el deterioro físico e intelectual de Juan Bosch, contribuyó a que el partido morado comenzara a desdibujarse y a parecerse a su antítesis, el PRD, organización que había abandonado su fundador por entender que no estaba en condiciones de hacer las transformaciones que requería la nación. El partido de cuadros creado para dirigir al pueblo y construir junto a él una sociedad próspera, está siendo permeada por individuos con proyectos personales no políticos; los cuadros peledeístas son desechados por una plutocracia que se va alimentando de arribistas que se opusieron en su momento a Bosch y la construcción de su utopía, de ahí el abandono de los métodos de trabajo y la renovación democrática de su dirección, lo que ha traído como consecuencia un “congreso” que evacuó el Comité Central que, con una matrícula alterada posteriormente “eligió” al actual Comité Político. El miedo a la democracia, el afán de perpetuarse, el amor al poder por el poder, desemboca en el tollo de tener un Comité Político que a la luz de la sentencia del TSE que ordenó incorporar al CC nuevos miembros, podría ser ilegitimo, pues los que se incorporaron no pudieron votar, con lo que se les violó un derecho “fundamental”. Pero si a esto se le suma las nuevas elecciones en 70 colegios electorales, la composición del CC podría cambiar otra vez, entonces el CP no sería el producto de una elección auténticamente democrática. ¿Se habrá perdido todo? El PLD debe ser el sostén de sus gobiernos, que a pesar de todo, han hecho cambios positivos.

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