PENSANDO
La razón y el respeto
De poco vale el amor, la justicia y la bondad, sin la compañía de la razón. Hay que escuchar lo que te dice porque en sus recomendaciones te sentirás un hombre armado, ya que no hay un brazo más fuerte que el de la razón. El deseo sucumbe frente a la razón porque ella es sinónimo de prudencia, es una guía leal y una sabia consejera. Debemos tener en cuenta que de nada nos vale sin la ayuda del conocimiento porque sin él, es como la pobreza sin hogar, como una casa sin protección. El hombre carente de juicio es un soldado desarmado, ya que la razón no es como la mercancía que se vende en el mercado, que mientras más abunda, menos vale. El valor de la razón disminuye al abundar, por lo cual solo el sabio es capaz de entender su verdadero valor. Reprender a un necio insensato e irrespetuoso es como escribir en el agua, en cambio, estudiando los problemas desde todos los ángulos, tendremos la seguridad de descubrir dónde se comete el error. La razón es tu luz, esa luz que da el conocimiento para que te veas a ti mismo con tus flaquezas y con tu fortaleza; te pone a prueba contra el deseo y evita que tu respuesta sea el impulso. Hace unos días vi a negociadores del talento deportivo erigirse como redentores del país, irrespetando las instituciones que rigen las operaciones del béisbol en esta nación soberana. Traspasar las fronteras obviando la competencia del Ministerio de Deportes y la Oficina del Comisionado Nacional del Béisbol, es un irrespeto a todas luces a nuestra lucha por la institucionalidad. Lo que no podrá irrespetarse en esta oportunidad es la razón que encierra el daño causado a jóvenes que son engañados bajo procedimientos carentes de ética, para luego prescindir de ellos cuando no les son un buen negocio. La razón nos dice que para eso estamos nosotros, para cumplir con el deber de regularlos y así poder defenderlos con la razón y la verdad, que más temprano que tarde, será del conocimiento de toda nuestra sociedad. Debe quedar claro de que la casa se ordena bajo la jurisdicción que nos otorga la Ley en un país con la suficiente vocación de no negociar sus deberes y derechos.