PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Trento, el Concilio de la reforma católica
Si Lutero se pronunció en 1517, ¿por qué el Concilio de Trento solo logró reunirse en 1545? He aquí algunas explicaciones: en primer lugar, los papas temían los concilios. Dos papas habían tenido que renunciar en el de Constanza (1414 ñ 1418), y el de Basilea (1431 ñ 1442) había nombrado un antipapa, Felix V, para oponerse a las decisiones del papa legítimo, Eugenio IV. El rey de Francia, había convocado un concilio para deponer a Julio II, quien se vio obligado a convocar el V Concilio Laterano (1512 ñ 1517). Segundo, se temía que el concilio socavase la autoridad papal y alentase el odio contra Roma, clave de la separación de Inglaterra y Alemania y de la prosperidad del calvinismo en Francia. Para muchos, el poder desmesurado del papa era la fuente de todos los males. Tercero, veamos otros factores políticos y económicos. Cuatro veces, Paulo III convocó el Concilio. En 1536 quería reunirlo en Mantua, pero el Emperador era contrario por no tratarse de un territorio alemán, y el Duque de Mantua dudaba de poder proteger a los padres conciliares. La convocatoria se repitió en 1538 para que se reuniera en Vicenza, pero las autoridad de Venecia no deseaban un concilio en su territorio. De nuevo en 1542 el concilio fue convocado, esta vez en Trento, pero de nuevo estalló la guerra entre españoles y franceses. Por fin, el Concilio inició el 13 de diciembre de 1545. En ese momento los padres conciliares reunidos no superaban los 80. Más tarde, Paulo III trasladó el concilio a Bolonia, aduciendo el peligro de epidemia, pero el Emperador se disgustó y prohibió a sus súbditos asistir. Paulo III interrumpió el concilio en 1548. Moriría un año después. El Papa Julio III (1550 ñ 1555) reabrió el concilio en el 1551, pero tuvo que interrumpirlo antes del año, pues al rebelarse Mauricio de Sajonia contra el Emperador Carlos V, emperador y concilio corrieron peligro de caer en manos protestantes. Julio III murió en 1555. El papa siguiente, Marcelo II, duró 22 días. Una misa sublime de Palestrina le rememora. Paulo IV (1555- 1559), el inquisidor napolitano que odiaba a los españoles y tuvo preso al Cardenal Morone durante dos años en el Castel Sant’ Angelo, porque no le gustaban las ideas papales, decidió que no hacía falta el concilio. ¡Él solo se bastaba para reformar la Iglesia! Finalmente, Pío IV (1559 ñ 1565), pudo reabrir el concilio el 18 de enero de 1562. Trento concluyó sus labores en diciembre de 1563 y Pío IV confirmó sus decretos el de enero de 1564. Estudiosos autorizados lo han calificado así: “desde hace más de cinco siglos ningún concilio se puede comparar en importancia a éste”. Es el concilio que más ha marcado la vida interior de la Iglesia hasta el Vaticano II (1962- 1965). Gracias a Trento se corrigieron los abusos sobre las indulgencias y muchas devociones católicas, el clero empezó a formarse en los seminarios, cada obispo debía residir en su diócesis. Se aclaró la doctrina católica sobre la Escritura y la Tradición, el pecado original, la justificación, el carácter sacrificial de la Eucaristía y la veneración del ejemplo de los santos. En la Eucaristía se hace presente la entrega única de Jesús, de una vez por todas. Gracias a Trento, la Iglesia dispondría de un catecismo, un misal para favorecer la dignidad de las celebraciones y los sacerdotes podrían apoyarse en un breviario para su oración personal. La versión latina de la Biblia (la Vulgata) fue mejorada. El Concilio no logró restablecer la unidad de la fe. Ya para ese momento había corrido mucha sangre en ambos bandos, y lamentablemente resultaría poca si miramos al futuro. El autor es Profesor Asociado de la PUCMM