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Opinión

Versos clásicos en año nuevo

¿Dónde esperar los cascabeleos que anuncian un nuevo año? ¿En qué posada de cánticos lanzamos el áncora de los sueños alados? ¿En cuál galera de flores porfiamos la luz cazada de los céfiros y la alborada? ¿Dónde arderá la lumbre presurosa de los amantes? ¿Que ola de plata y azul bañará el aura de un amor? ¡Todas las promesas nuevas para la capacidad infinita de remozar la vida, el ramo de la primavera para festejar la fragancia, el turgente cielo de los pájaros, la cascada escarlata de flamboyanes floridos! Todo transcurre en ciclos, nos repetimos, fundamos la fronda, el escondite montaraz de la cigarra y la hormiga, la mirada galana, el esplendor de un colibrí que nos alcanza, una posada marinera de feroz tortuga y bucaneros. En medio del tormento y los ballesteros, bajo un techo de flechas y asedios, litigios y agravios, busquemos en estas últimas horas del tiempo que perece, la esperanza que florece, el arduo consuelo del panal, la terca insistencia de amar en medio de las miserias, la proeza de vivir, el encanto sutil de solfear, tejido rumoroso de los besos, rutilante tonadilla, voz de cariño y armiño, soplo de las islas. Tirso de Molina, dramaturgo y poeta del Siglo de Oro Español, dice: “Que el clavel y la rosa/ ¿Cuál era más hermosa/ El clavel, lindo en color/ y la rosa todo amor/ el jazmín de honesto olor/ la azucena religiosa/ ¿Cuál es la más hermosa?/ La violeta enamorada/la retama encaramada/la madreselva mezclada/la flor de lino celosa/ ¿Cuál es la más hermosa?/ Que el clavel y la rosa/ ¿cuál era más hermosa?”. Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo, creador, el de la vida es un sueño, escribió a las flores: “Estas que fueron pompa y alegría/ despertando al albor de la mañana/ a la tarde serán lástima vana/durmiendo en brazos de la noche fría/Este matiz que el cielo desafía/Iris listado de oro, nieve y grana/ será escarmiento de la vida humana/ ¡tanto se emprende en término de un día!/A florecer las rosas madrugaron/ y para envejecer florecieron/cuna y sepulcro en un botón hallaron/Tales los hombres sus fortunas vieron/en un día nacieron y espiaron/ que pasados los siglos, horas fueron”. Gustavo Adolfo Bécquer, romántico inexorable, escribió: “Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar/ y otra vez con el ala en sus cristales/ jugando llamarán/ Pero aquellas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha contemplar/ aquellas que aprendieron nuestros nombres/ ¡esasÖ no volverán!/ Volverán las tupidas madreselvas/ de tu jardín las tapias a escalar/ y otras vez a las tardes más hermosas/ sus flores se abrirán/ Pero aquellas cuajadas de rocío/ cuyas gotas mirábamos temblar/ y caer como lágrimas del díaÖ/ ¡esasÖ no volverán! / Volverán del amor en tus oídos/ las palabras ardientes a sonar/ tu corazón de su profundo sueño/ tal vez despertará/ Pero mudo y absorto de rodillas/ como se adora a Dios ante su altar/ como yo te he queridoÖ desengáñate/ ¡asíÖ no te querrán!”. El gran Rubén Darío, escribió a la niña seducida por un sátiro, a la cual éste, le había regalado un collar: “Bota, bota, bella niña/ese precioso collar/en que brillan los diamantes/ como el liquido cristal/ de las perlas del rocío matinal/ Del bolsillo de aquel sátiro/ salió el oro y salió el mal/ Bota, bota esa serpiente/ que te quiere estrangular/ enrollada en tu garganta/ hecha de nieve y coral”. José Martí, inmenso, escribió: “Yo quiero, cuando me muera/ sin patria, pero sin amo/ tener en mi losa un ramo/ de flores, -¡y una bandera!”. Miguel de Cervantes rindió homenaje a Sancho Panza, con estos versos: “Sancho Panza es éste, en cuerpo chico/pero grande en valor, ¡milagro extraño!/Escudero, el más simple y sin engaño/ que tuvo el mundo, os juro y certifico/De ser Conde no estuvo en un tantico/si no se conjuraran en su daño/ insolencias y agravios del tacaño siglo/ que aún no perdonan a un borrico/ Sobre él anduvo ñ con perdón se miente-/este manso escudero, tras el manso/ caballo Rocinante y tras su dueño/ ¡Oh vanas esperanzas de la gente/ cómo pasáis con prometer descanso/ y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!”. Walt Whitman, el cantor de la democracia y el capitalismo, escribió: “Abarco mundos pero no trato nunca de abarcarme/creo que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por las estrellasÖ/Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio/ nunca he sido medido/ y no lo seré jamás/ Todas las verdades aguardan en todas las cosas/ ni se apresuran ni se demoranÖ/ Mi voz persigue lo que mis ojos no pueden alcanzarÖ” En los instantes finales de la despedida de un año, ¡que abrazos, buen vino y versos clásicos, ritualicen el amor divino, la fuente de energías que mueve los cielos, la tierra y los sueños, las coplas de la ilusión y del buen vivir, la fortuna y el azar!

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