Agenda secuestrada
Los países como el nuestro, en el extenso y fatigante trayecto hacia el desarrollo, cuentan sus retos por montones. Son tantos los desafíos históricos acumulados, y los de nuevo engendro que se van amontonando, que resulta un ejercicio esencialmente subjetivo pretender identificarlos, inobjetablemente, en orden de importancia. Los estructurales, que son los históricos, sabemos cuáles son, y aunque estemos insatisfechos con el ritmo a que marchan, no considero una posición de optimismo ingenuo afirmar que se avanza sobre ellos permanentemente. Los otros, los de nueva data, se irán resolviendo o acumulando en función de la agenda política impuesta por la correlación de fuerzas de mayor gravitación en ese momento del tiempo. En un sistema de democracia representativa como el nuestro, el Soberano delega el poder en las autoridades electas, y estas son las llamadas a imponer una agenda, que por falta de recursos económicos, humanos y de tiempo, siempre obliga a una priorización. En ese ejercicio intervienen varios criterios, algunos de ellos, evidentemente, asociados con modelos utilitaristas que buscan maximizar réditos políticos. Pero, esta dinámica contempla sus excepciones, porque a veces las autoridades no logran definir la agenda, y por el contrario, la misma le es impuesta. Actualmente, vivimos el ejemplo de uno de esos casos. El tema migratorio, consustancial a la sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional por tanto que define los criterios para la elegibilidad a la nacionalidad, sin lugar a dudas, se ha convertido en el tema dominante de la agenda nacional, mas no de la agenda presidencial, y en principio era comprensible, puesto que el mismo no era prioridad del actual gobierno; basta con auscultar los temas identificados como primordiales durante la pasada campaña electoral. Sin embargo, la ya proverbial sentencia del T.C. ha transformado el panorama, y no solo ha secuestrado la agenda del presidente, sino que la misma amenaza con ser el elemento definitorio de su mandato. No obstante, a pesar de lo imperioso de la situación, la timidez política y mediática percibida en las autoridades denota que tal vez no han advertido, o no quieren advertir, la seriedad del problema que les encara. Los últimos episodios de la ofensiva haitiana resultan termómetros elocuentes para medir la temperatura de la situación. Por un lado, la primera ministra de Trinidad y Tobago, presidenta pro tempore del CARICOM, sin ningún asomo de rubor y develando claramente su incultura política, se inmiscuye destempladamente en cuestiones que sólo conciernen a la República Dominicana y a sus autoridades, enviando una carta plagada de errores fácticos, con peticiones absurdas, donde pretende trazarle pautas al presidente Medina sobre cómo y qué implementar de la sentencia. Por otra parte, han hecho aparición en escena un ex candidato presidencial, y un ex presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Haití, liderando grupos de corte más radical, que se inician comparando la sentencia del T.C. con la matanza de haitianos ordenada por Rafael L. Trujillo en 1937, y proponiendo como primera medida de acción un boicot comercial a los productos provenientes de la República Dominicana. Y esto es solo lo más reciente; aquí no pasamos revista de manera exhaustiva a lo que desde hace meses vienen articulando los diarios haitianos, liderados por Le Nouvelliste, su comunidad de artistas, sus profesionales, su presidente y sus funcionarios, sus diásporas, las oenegés locales y foráneas, el CARICOM, y ahora, hasta un ex embajador estadounidense quien evacuó (sin interés de usar otro sinónimo) un escrito panfletario, vulgarmente sesgado, lleno de injurias y de imprecisiones, demostrando que no sólo en nuestro servicio exterior se cuelan incompetentes. Ha de ser difícil alcanzar la presidencia de la República con un plan de gobierno meridianamente definido, y que circunstancias que escapan a la voluntad propia terminen por redefinir la agenda presidencial. Pero no podemos ignorar los problemas, y tampoco hay que ser pesimista, pues nunca hemos de olvidar que las crisis son oportunidades, y que sólo de ellas, emergen los liderazgos que trascienden en el tiempo. Ojalá y el gobierno inicie el 2014 en pie de lucha, energizado y plenamente dispuesto a defender lo que tanto esfuerzo y recursos ha costado: el Estado social y democrático de derecho en la República Dominicana. El autor es economista y politólogo