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Qué termina; qué comienza

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Silvio Herasme PeñaSanto Domingo

El año que termina el martes a medianoche tiene sus aspectos positivos y negativos, y un amplio análisis pueda hacerse para juzgar lo positivo y lo negativo de lo que ha ocurrido en el país. Es momento de saber qué es bueno de lo qué termina y qué se puede esperar de lo que comienza. La asignación del 4% del producto bruto interno a la educación ha sido un logro absoluto para beneficio de la infancia y la juventud del país, y eso ha sido, en verdad, algo que “nunca se había hecho”. La campaña de las sombrillas amarillas inspirada por el Centro Bonó y Comunidad Digna electrizaron la conciencia del país y conmovió al candidato Danilo Medina a formalizar su apoyo a ese propósito, el cual ha cumplido por todo lo alto. El inicio de los viajes “in situ” del Presidente Medina a las personas humildes del país, eso de cruzar alambradas y saltar charquitos, ha revolucionado la manera de gobernar y le ha producido al jefe del Estado una aprobación inimaginable en otros tiempos. Danilo ha enseñado un ejercicio de gobierno sencillo y humano que ha hecho las delicias de la sociedad dominicana. Los informes que nos llegan anotan que la aceptación del gobierno por la opinión pública se mantiene sobre un 80% y hasta se ha señalado que es el índice más alto para un jefe de Estado en América Latina. El jefe de Estado ha gobernado con el viento a favor porque su discurso ante la Asamblea Nacional sobre la Barrick Gold caló profundo en la conciencia nacional. Después de algunos “tira y jala” el contrato con la minera canadiense se modificó y el país empezó a ver el resultado efectivo de la explotación de la mina de Pueblo Viejo. Pero ha surgido este año un episodio que costará más tiempo para que se sepa como surgió sin que nadie esperara ese hecho. Nos referimos a la llamada Sentencia 168-2013 del Tribunal Constitucional que afecta a personas nacidas en el país descendientes de extranjeros. Específicamente de haitianos. Todavía no sabemos si con esa Sentencia se le jugó una travesura al presidente de la República o si se trató de una decisión bien pensada y consensuada con “alguien”. Lo que nadie puede ocultar es que esa sentencia ha creado la sensación en el exterior de que el Estado dominicano está aplicando disposiciones “racistas” que perjudica a los dominicanos descendientes de inmigrantes haitianos. Hoy en día la opinión pública internacional es especialmente sensible a todo acto que se interprete como discriminatorio contra etnias o minorías, especialmente después de los resultados del “apartheid” que combatió Nelson Mandela en Sudáfrica, y de la división en Serbia. Esa sentencia es, a mi parecer, la prueba más ácida que confrontará el gobierno de Danilo Medina y él y sus asesores deben buscarle remedio a ese “esperpento” que puede afectar, como nada más, la imagen del país y de su gobierno. Danilo no es un ultranacionalista ni se ha ligado nunca a posiciones extremas con respecto a Haití. Su origen de San Juan de la Maguana lo hace más receptivo al problema de la migración del país vecino, y no creo que si existiera tal peligro sea para estos tiempos, sino para un lejano futuro. Lo que viene: Este año que viene, a la medianoche del miércoles, también presenta retos para el gobierno actual, pero referidos más a la situación económica que en lo social y en lo político. Después que Danilo inauguró su política de proximidad con la gente y comenzó el proyecto de remediar a los campesinos desplazados por el Lago Enriquillo y a los habitantes de La Barquita, es poco lo que tiene que demostrar más adelante porque ya ha acreditado su gobierno y así se va a quedar. Faltaría, sin embargo, aplicar correcciones en la política económica y frenar el déficit presupuestario y la dependencia de los préstamos extranjeros. Este gobierno debe temerle a la inflación como “el diablo a la cruz”, y concentrarse en activar los aspectos más seguros y prometedores de la economía; el turismo y las exportaciones agrícolas a Nueva York, Puerto Rico, CARICOM, e incluso a Europa, deben ser una prioridad. Es bueno subrayar que sentar esas bases para la agropecuaria y la industria nacional sería la mayor obra que un gobierno podría hacer jamás en la República Dominicana. Las actuales circunstancias son altamente favorables y es de buen sentido común aprovechar cada una de las oportunidades a favor de la producción nacional y sus exportaciones. El año 2013 produjo al país todo lo que pudo, inclusive la famosa sentencia del Tribunal Constitucional. Esperemos que el año 2014 consolide todo lo que se obtuvo y se puedan materializar más conquistas, como la eliminación del analfabetismo y consolidar el 4% para la educación. Este año próximo se terminan las aulas para las escuelas; sólo faltaría impregnar al magisterio de sentido de misión. Ahora que podemos ver qué ha dejado el año que se va, debemos ser optimistas y aspirar a mejorar para el año próximo. Lo bueno de todo esto, es que se puede hacer.

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