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Opinión

El asesinato de la reputación de un país

Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

Hay un componente de la guerra psicológica llamado “asesinato de la reputación”. Tiene sus reglas y sus estrategas. El mayor de los expertos en estos crímenes morales fue el alemán comunista Willi Münzenberg. En gran medida, las naciones, como las personas, viven de la imagen que proyectan. Exactamente por eso existen fórmulas para destrozar la reputación de ciertas gentes y de ciertos países. Hay enemigos interesados en destruirlos. Es un arma muy antigua perfeccionada durante la Guerra Fría. Israel es víctima constante de estos ataques concertados a su reputación. Es parte de la permanente ofensiva de sus enemigos. Veamos la última batalla. La American Studies Association (ASA) le ha declarado un boicot a las instituciones educativas israelíes. Se trata de una organización menor de académicos norteamericanos interesados en la cultura de Estados Unidos. Inmediatamente, le han salido al paso las poderosas Asociación de Universidades Americanas y la Asociación Americana de Profesores Universitarios. Estas dos grandes agrupaciones han hecho algo éticamente correcto, pero han picado el anzuelo. Quienes están detrás de este intento de asesinato de la reputación israelí buscaban exactamente eso: colocar el foco del debate sobre un cúmulo de falsedades para conseguir desacreditar totalmente a su adversario. Las aparentes razones de ASA para declarar el boicot descansan en el supuesto maltrato de los académicos y estudiantes palestinos (no aportan ningún dato concreto). En la ocupación de territorios árabes (ignoran que es la consecuencia de conflictos bélicos generalmente iniciados por los vecinos). En la erección de un muro (dolorosamente necesario para proteger al país de los atentados de los terroristas suicidas de la Yihad Islámica). Y en el hecho de que las universidades israelíes colaboran con el gobierno en materia de defensa (como hace cualquier sociedad responsable, especialmente si vive bajo la constante amenaza de ser destruida). El boicot, además, tiene un fuerte componente “antiamericano”, en la medida en que condena la política de Washington con Israel. Seamos serios. Según los síntomas, probablemente se trata de una discreta iniciativa política de Hamas, la organización terrorista subsidiada y adiestrada por Irán que maneja la Franja de Gaza con mano de hierro, y desde donde han lanzado miles de misiles contra el territorio de Israel. Naturalmente, el objetivo de Hamas no es ese ridículo boicot, sino anotarse otro triunfo al campo de las percepciones políticas: presentar a Israel como un estado racista y guerrerista al que no se debe respaldar bajo ninguna circunstancia. No todo Hamas está compuesto por asesinos carentes de sutileza. La banda es muy hábil en la manipulación de incautos. Es posible que los jerarcas de ASA y casi la totalidad de los 1252 profesores que votaron a favor del boicot no tengan la menor idea de que forman parte de una “acción encubierta” contra un país, ideada por un grupo terrorista. Se le atribuye a Lenin la expresión “idotas útiles” para referirse a este tipo de ingenuos. Lo son. Esta pérfida maniobra encierra, además, un par de paradojas. El 20% de la población de Israel es árabe. Hay miles de estudiantes árabe-israelíes en las numerosas universidades del país. En cuatro de ellas enseñan varios premios Nobel, están entre las 100 mejores del mundo y editan muchas de las publicaciones científicas de que el país dispone. Esas cuatro excelentes instituciones son la Universidad Hebrea de Jerusalén, el Instituto Weizmann, la Universidad de Tel Aviv y el Instituto Tecnion. Si ese boicot fuera efectivo (ése no es su propósito) estos árabes se verían perjudicados. Pero también sería contraproducente para el resto del mundo. No debe olvidarse que Israel es uno de los países que más invierte en investigación y desarrollo y de los que más innovaciones e invenciones genera para beneficio directo e indirecto del planeta. Lo he escrito antes: ese pequeño estado es un verdadero think-tank del que se sirve toda la humanidad. Perjudicarlo es perjudicarnos a nosotros mismos. Es prudente advertirlo: asesinar la reputación de Israel es el primer paso para proceder a la destrucción física de esa nación. ¿Exagero? Así ocurrió en la primera mitad del siglo XX. Hitler y sus nazis comenzaron por asesinar la imagen de los judíos. Luego asesinaron a los judíos directamente. Ésa es la secuencia del horror. El autor es periodista y escritor

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