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Opinión

UMBRAL

“El derecho a amar a los niños”

Hace unos meses un canal sudamericano difundió un reportaje acerca de la pederastia. Pareció un trabajo de investigación serio en el que se arrojaron números impresionantes sobre chicos “abusados”. Madres, padres, tutores, pederastas y funcionarios de instituciones públicas dedicadas a la protección de menores, entrevistados por los periodistas, hablaron con amplitud del tema y algunos casos que sirvieron para dar fuerza al trabajo. Iglesias, escuelas y centros deportivos son los lugares preferidos por los pederastas para enredar a sus “víctimas”, de acuerdo a lo revelado en dicha investigación. Pero no solo individuos extraños “agreden” a los infantes, muchos de los cuales no llegan al primer año de edad, sino familiares cercanos, como primos, primas, tíos, tías y otros que, aprovechando la confianza que da la cercanía familiar, están entre los individuos que avanzan sobre la inocencia infantil para mancillarla. Confesos pederastas dijeron no ser culpables de ningún acto pecaminoso, que en su naturaleza está la condición de amar a los críos, razón por la cual decidieron crear una organización internacional que cuenta con abogados en todas partes del mundo, para “defender su derecho a amar a los niños”. Como vemos, desde esa óptica no podemos hablar de “abuso” o “víctimas”; debemos ir repensando el lenguaje. A pocos días de aquel reportaje, en el país se produjo un acontecimiento, que enlazado con otros parecidos, ha dejado perpleja a la sociedad; un presentador de noticias de TV muere a manos de unos chicos a quienes pagaba a cambio de trabajos sexuales. Pero lo que deja boquiabiertos a muchos no es el hecho en sí, sino lo que de éste se desprende. Pues resulta que los familiares de los victimarios enviados a la cárcel, tras confesar el crimen, protestaron a través de una conferencia de prensa exigiendo un recinto penitenciario menos peligroso, porque estos individuos, o uno de ellos, no era un delincuente, sino, y para decirlo de alguna manera, un chamaco “ejemplar”. A minutos de diferencia, en el canal donde laboraba el locutor de noticias, se le rendía un homenaje en el que compañeros de trabajo y personalidades de los medios de comunicación, resaltaban sus cualidades humanas y “ejemplar” capacidad de trabajo y entrega. Por otros trabajos periodísticos me enteré que el presentador sería sacerdote y que apadrinaba escuelas en Boca Chica. Reflexionando sobre estos hechos, me pregunto si aún estoy anclado en el pasado, si mis convicciones progresistas se están haciendo conservadoras, porque me asombra que los pederastas busquen las cámaras para manifestar con orgullo lo que yo pensaba era una aberración despreciable; que una familia en vez de sentir vergüenza por la conducta criminal de uno de sus miembros, se presente a la TV para defender la conducta “ejemplar” del asesino.

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