Tiempo para el alma
“Si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan”. Hch. 17: 29, 30. Bellísimo este relato de Hechos de los Apóstoles: Pablo llegó a Atenas, Grecia; allí vio con indignación los monumentos a dioses, incluso uno con una inscripción que decía “al Dios desconocido”; entonces, desde la cima y en medio de las autoridades pronunció un discurso memorable sobre la forma en que se honra a Dios. Pablo hablaba de la importancia de la esencia, de la adoración al Dios verdadero, negando la adoración a las “cosas”, a las imágenes hechas con las manos mortales para rendirles culto como si fueran divinidades. Hoy tenemos muchos dioses similares, de oro y plata, de ciencia y notoriedad, de carne y hueso, de ego y vanidad. Pablo llamaba a dejar la ignorancia y a buscar la verdad que viene de Dios, a iniciar eso que llama “conversión”, el proceso de vida que inicia con la aceptación de la salvación a través de Jesús y que termina con la salvación misma de nuestra alma cuando nos encontremos cara a cara con Jesús. Dice Pablo en su narración que algunos aceptaron su mensaje y otros se burlaron. Hoy también tomamos y dejamos. ¿Quién gana?