Opinión

FUERA DE CÁMARA

La prostitución masculina

Ya no son sólo las mujeres... Algunos hombres han adoptado el hábito de quitarse todos los pelos del cuerpo, hasta los de la cabeza, para quedar sin vellos y convertirse en “metrosexuales”. Algunos terminan en la prostitución masculina o se declaran gays o bisexuales. En su mayoría son jóvenes que no salen de los gimnasios, desarrollan gran musculatura que ayudan con anabólicos y se dedican a vivir “de lo que Dios les dio...” Muchos son de origen muy humilde, de los barrios periféricos o de clase media baja que realizan una intensa vida nocturna y venden sexo a cualquiera que lo pague bien, hombre o mujer. Preferiblemente hombre... El tema ha saltado otra vez a la principalía a propósito del asesinato del presentador de noticias Claudio Nasco, pero esa práctica se ha hecho común en los últimos años y se inició con los llamados “sankypankies” que aún floretean en playas y centros turísticos. La prostitución masculina es vieja en el país, aunque en los últimos tiempos ha proliferado casi públicamente con jóvenes musculosos, de origen muy humilde que frecuentan los centros nocturnos y discotecas. En su mayoría son bisexuales que hasta tarifas tienen. Abundan en la zona colonial En horas de la noche esos personajes abundan en la zona colonial de Santo Domingo y exhiben sus atributos físicos --la musculatura, claro--, a visitantes que compran sus servicios. Quienes conocen las interiores de ese mundo dicen que “en la zona” hay centros nocturnos donde frecuentan gays, lesbianas y bisexuales, y que la mayoría se conocen entre sí. Esos sitios suelen acoger un turismo sexual que ha cobrado fama en la capital dominicana. Los peligros, sin embargo, son permanentes en una actividad que muchos jóvenes humildes han asumido como negocio o medio de vida, donde prolifera la competencia por los clientes o “pargos”, como les llaman ellos, lo mismo que la deslealtad, los celos y los bajos instintos. Internet es su principal medio de contacto, pero suelen citarse en lugares que les son comunes a sus preferencias o actividad de negocio. Por eso la mayoría de ellos se conocen y se relacionan de alguna forma. Tienen sus propios códigos La sociedad dominicana es poco permisiva con la homosexualidad masculina o femenina. De hecho, la Iglesia condena esa relación íntima, aunque en algunos estados norteamericanos y en ciudades y países europeos se permite el matrimonio a parejas del mismo sexo. En España, por ejemplo, es habitual que gays y lesbianas que hacen vida pública en el cine o la televisión contraigan matrimonio, adopten hijos y desarrollen sus vidas como personas normales integradas a la familia y al resto de la sociedad. Y a nadie esas cosas asombran o perturban. Hace poco, en una misma semana, el principal animador de la prensa del corazón madrileño; un connotado futbolista y un actor de principalía, se declararon gays y mantienen relaciones estables con sus respectivas parejas desde hace varios años. Lo propio ocurre con conocidas figuras del arte español, principalmente mujeres que a nadie ocultan su preferencia por personas de su mismo sexo y nadie se escandaliza por ello. Por supuesto, no se trata de gente que anda por ahí vendiendo sexo ni alardeando de su condición. Son gays y lesbianas que desarrollan su vida con normalidad en una sociedad avanzada donde no tienen necesidad de ocultarse. La gente los acepta... Y ya está. ¡Felices pascuas...!

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