¡El libro de Brea!
El alicaído escenario de la crítica de arte, literatura, historia, sociología, psicología, ciencias, amerita una reorientación conceptual, una reposición teórica que le imprima al debate las posibilidades de enriquecer las ideas y forjar un marco referencial de pensamiento cognitivo que nos proporcione una visión de la realidad sujeta a modificaciones y transformaciones. ¿Qué ha pasado en nuestro país, que escasea el ejercicio crítico, que el volumen de obras editadas circunvalan el campo de las anécdotas, las repeticiones mecánicas, las copias memoriosas, las documentaciones complacientes? ¿Qué ha sucedido en el medio intelectual, que el proceso de investigación y reordenamiento de las ideas y el contexto social, no alcanza categoría de concreción ideológica, de ruptura y propuestas de cambio? ¿Por dónde transitamos en el ordenamiento metodológico de los criterios, si escasean los círculos de la criticidad, si se cierran las librerías de manera masiva, si no florecen las escuelas del debate, si se almacenan los libros en masivas ediciones para públicos inexistentes? Yo vengo de un tiempo multiplicado en asociaciones, instituciones y clubes, donde la cultura propiciaba la más intensa búsqueda de la verdad, donde la libertad era un recurso de la crítica como empleo de profundidad social y filosófica. Yo vengo de un tiempo en que las librerías rodantes penetraban en los barrios alquilando las lecturas de obras clásicas, de un tiempo en que uno valía por la claridad de sus ideas y por la formación social, cultural y científica. No puede justificarse el glacial vacío de una crítica creadora, epistémica, con la caída vertical de los procesos ideológicos. Todo lo contrario, nunca como ahora, disponemos de recursos tecnológicos, investigativos, cibernéticos, que sirven para apuntalar formulaciones científicas, que desnudan la impostora égida de las consagraciones del Poder y los excesos manifiestos de los extremismos políticos, religiosos, económicos y sociales. Todo esto a propósito, de que hace apenas, algunas semanas, el doctor Leonte Brea González, puso en circulación su obra, “El Político, radiografía íntima”, la obra teórica de mayor densidad argumental y lucidez intelectual de las últimas décadas en nuestro país, sin que este evento trascendental haya suscitado un estremecimiento en las ideas predominantes en el entorno político dominicano. ¿Cuántos políticos dominicanos han leído esta obra que debe leerse de pie y frente a la luz del raciocinio, en sus instancias más altas, para comprender la praxis de la historia nacional a través de sus líderes y dirigentes? ¿Cuántos políticos han suspendido provisionalmente el cúmulo de sus querellas, o el clientelismo rastrero de sus peroratas para engarzar este libro del doctor Brea, y reconocerse en el mismo, bajo el sentido riguroso del análisis del pensamiento, desde la Grecia antigua, desde Platón, Aristóteles y los sofistas hasta Maquiavelo? ¿Por qué no se legisla constitucionalmente para exigir a los políticos un nivel de conocimiento basado en la formación y en el deslinde ético de sus propuestas y actos públicos? Este tratado sobre el político es la profunda disección de los tiempos del poder, a través de un examen riguroso de múltiples facetas, de las personalidades, de su formación primaria, de su tendencia al mal, entendiendo el mal, como el uso amoral de todo poder, reteniendo como basamento corporativo de ideas, los predicamentos de los grandes filósofos, estudiosos de la conducta humana, los condicionamientos materiales, las vías traumáticas de la configuración personal, el auxilio de la psicología, la psiquiatría, la sociología, las ciencias políticas. La figura de Nicolás de Maquiavelo, que vislumbró en el nacimiento del Estado moderno y en el Príncipe, el fin de una etapa del proceso social y económico decadente, como referente de las artes y pericias, que todo príncipe usa y debe usar para ejercer el poder, faltando a su propia palabra, si las circunstancias lo demandan. Hay en todo este tratado del doctor Brea, un estudio amplio, apoyado en las más diversas opiniones, proponiendo el método contrastante, las analogías, los corolarios de los ciclos históricos, los desórdenes mentales y la terca obsesión de la dominación de los hombres. Diestro en el manejo de los conceptos, objetivo en la exposición de las diversas corrientes del pensamiento, el doctor Brea demuestra que el uso del poder eficiente, como concentración exitosa de acciones por los resultados obtenidos (mantener el poder), no admite éticas ni consideraciones morales. Los ejemplos atosigan asegurando el martirio de los idealistas, su insuficiente y disparejo enfrentamiento, la secuencia de su derrota reiterada en la lucha por el poder. Obra de cabecera para comprender y conocer la radiografía íntima del político.