DE LA MISMA TINTA
Una de camaleones
Oh Dios, los seres humanos. Tanto se quiere subrayar raciocinio, habilidades y destrezas para marcar una diferencia estrepitosa entre las personas y el reino animal, sin a veces darse cuenta de que hasta un simple gesto los iguala o los hace parecer que provienen de las entrañas de la fauna de cualquier selva del mundo. Son incontables los escenarios que frecuentamos y las situaciones donde las actitudes que se viven a diario nos han hecho ser víctimas de cualquier atropello, desdén y hasta desagravio a la integridad e intelectualidad. En el tránsito, en algunas ofi cinas públicas y privadas, centros comerciales, incluso hasta con nuestros propios vecinos, son algunos de los ambientes donde la convivencia y el proceder deja mucho que desear. Con frecuencia nos llena de pena y tristeza tener que recurrir a la comparación de que cualquier mascota, aún amaestrada, tenga mejor comportamiento. La cortesía, las relaciones humanas, la reproducción inagotable de las buenas costumbres y el ejercicio sensato de una educación ahogada en valores, son aspectos a los que cada vez se les resta importancia, sin querer entender que esas son las pequeñas grandes cosas que nos hacen ser cada vez mejores y diferentes. Sólo nos queda predicar con el ejemplo a ver si hay quien se disponga a absorber sapiencia o al menos sufi - cientes modales. De lo contrario, sálvese quien pueda cuando le sorprenda algún camaleón de esa manada que prolifera cada día más.