Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Shakespeare, Jung y lo simbólico

En su nido de amor y peligro, dos enamorados reciben el amanecer como bendición y oportunidad. Fuera de la cama de Julieta, bordeando la tragedia inexorable que los persigue, se ofrecen “esos celosos resplandores que orlan, allá en el oriente, las nubes crepusculares”. Es anuncio de un tiempo nuevo y promisorio, aunque negado a los enamorados. Su advenimiento lo presagiaron “las antorchas de las noches [que] se han extinguido”, la sangre abonará su promesa. Para el trágico encandilado por las mieles del amor, el dilema incrementa: “¿Tengo que partir y conservar la vida, o quedarme y perecer?”, se cuestiona Romeo. Y con razón. ¿Quién abandonaría ese joven cuerpo, su piel de sedas intocadas, llaves del éxtasis y el amor? Poseído por ese perfume, el joven está dispuesto a ofrendarse a su reclamo al costo de su vida. Es un momento breve del acto III, escena quinta de una de las más conocidas piezas dramáticas de William Shakespeare: “Romeo y Julieta”. Y aunque versa sobre el amor, en el subtexto se debate algo más grande y sublime: el destino y los efectos aciagos de los odios incubados. Su causa: acciones humanas. ¿Qué tiempo viven los enamorados?, ¿el del ruiseñor o el de la alondra? Hoy lo sabemos. Y nosotros, ¿qué tiempos vivimos?, ¿el de la alondra o el del ruiseñor? Lo sabe cada uno puesto que cada quien vive su tiempo. El ruiseñor representa la noche ya que Shakespeare lo asocia a ella: “Todas las noches canta sobre aquel granado”. Y la Alondra, el día. Son, aparte de palabras, realidades simbólicas. Mundos opuestos en los que habitan dos seres. “...Las aves simbolizan con gran frecuencia las almas humanas”, afirma Cirlot (pág. 91). Pero en su “Diccionario de símbolos” (7ma Edición, Editorial Labor, S. A., 1988) no detalló estas particularidades de las aves como lo había hecho Shakespeare. Para retener a Romeo, lo amado, Julieta habita por un instante las sombras del egoísmo, en la noche que de su garganta hace brotar el ruiseñor. Romeo, avizora el amanecer, su luz, pero necesita la aprobación de Julieta para conquistarla. Está dispuesto a morir a su lado, cálido y feliz. Pero el amor de Julieta es tan limpio como el rocío. Busca las ropas al amado y lo deja partir, en la promesa del regreso. El amor no conoce egoísmos. En el lenguaje del arte los recursos son materia, signos y algo más. El arte que no funda una dimensión desconocida se ata al olvido. Y a lo superficial. Karl Gustav Jung sostiene esta dimensión simbólica de las aves. En su texto “La interpretación de la naturaleza y de la psique. Sincronicidad como principio de conexión acausal” afirma que existe una relación “acausal” entre ciertos fenómenos en los cuales se conectan realidades psíquicas y físicas a través de un nexo que él denomina sincronía. Es decir, sostiene que: a) pueden coexistir, en tiempos iguales o cercanos, aunque en diferentes lugares, vínculos psíquicos entre hechos y pensamientos; y b) que pueden existir, en tiempos diferentes, vínculos entre hechos y pensamientos sin importar los lugares. Serían “realidades” que se conectan e interactúan al margen de las conocidas leyes de lógica regular, es decir, de la relación causa-efecto como la conocemos y que, según el autor, fueron experimentadas por mujeres pacientes en los albores o postrimerías de los períodos de pérdidas. Juan Eduardo Cirlot publicó la primera versión de su “Diccionario de símbolos” en 1958. En él fundamenta esas realidades psíquicas que tanto él como Jung afirman nos acompañan desde la prehistoria. Cirlot aporta los elementos (significantes) a través de los cuales se realiza la comunicación simbólica. Ellos tomarían “cuerpo allí donde las religiones de la naturaleza sufren un quebranto” (p. 15), por lo que la escisión de la relación con la naturaleza produciría, también, la descontextualización de este nivel de “lenguaje” a través del cual la mente se comunicaría con su entorno y realidades remotas sin la necesidad de un vínculo causal (espacial, temporal o espacio-temporal) entre ellos y la psique. De manera que lo simbólico sería verdadero y activo “en el plano de lo real”, resultando “casi inconcebible aplicado por sistema y constantemente en el ámbito de la existencia” (p. 16). De aquí su potentísimo rol en las esferas del arte, el cuestionamiento racionalista y su aporte a la función metafórica. Afirma Jung que, estando en tiempos o lugares diferentes, una realidad psíquica y un hecho pueden coincidir. A esta coincidencia, que respondería a ciertos condicionamientos que el autor analiza según las leyes de la probabilidad, Jung denomina sincronía y constituyen el objeto de estudio de autores como F. David Peat, H. Reeves, M. Cazenave, P. Solié, K. Pribram, H. F. Etter, M. L. Von Franz, Gerhard Wehr, Eugene Pascal, Gabriel Paredes, como informa la Asociación Cultural Nueva Acrópolis, de Barcelona. Lo sorprendente es que Shakespeare mantiene su actualidad y supera la visión actual. Incluso en el cuestionable campo de la psicología de Jung y su teoría de la acausalidad. Desde el arte. Acausalidad no significa “carente de explicación lógica”. Es: explicable mediante una lógica ajena a la física determinista basada en la relación causa y efecto. En términos físicos: un tipo de realidad en la que no se cumple la 3ra. Ley de Newton o “Principio de acción-reacción”. De aquí el valor de los símbolos para el arte. Rompen el determinismo, expanden la libertad. En “Romeo y Julieta” los enamorados convergen esa mañana, discurren sobre el tiempo que viven. Al caer el telón la tragedia habrá demostrado lo que se adelantó en el Acto III, escena quinta: no era el de Romeo el tiempo que vivían, es decir el de la Alondra. Era el del ruiseñor, que en su pico traía la noche. En la trampa de odio y desamor que con esmero tejieron sus familiares, su amor caerá prisionero, en una triple oscuridad: la muerte, la cripta y el suicidio. Y, a pesar de la tristeza de la historia, también es una pieza heroica: con su muerte Romeo y Julieta abonaron el resurgimiento del amor entre los suyos. El tiempo vivido por aquellos enamorados lo conocemos. Nosotros, en la isla, ¿qué tiempos vivimos?

Tags relacionados