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Opinión

Inmigración y soberanía

Los flujos migratorios han sido originados en su mayoría por problemas económicos, políticos, religiosos y étnicos. Pero también por circunstancias de colonización, descolonización, neo-colonización y guerras. Los conflictos armados constituyen uno de los problemas más cruciales del presente siglo. A principios del siglo XX el 5% de las muertes relacionadas con las guerras eran civiles. Ahora, en el siglo XXI, las bajas civiles superan el 90%. Más de 20 millones de personas en el mundo están bajo la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La mayoría pasando hambre y graves enfermedades. En Australia, miles de inmigrantes, muchos provenientes del sur de Indonesia, son trasladados por las autoridades australianas a centros de internamiento en África, tales como Papúa, Nueva Guinea o a Islas del Pacífico como Nauru o Manus. Francia tiene miles de refugiados de la guerra de Afganistán y de Siria en la localidad de Calais, concentrados en simples tiendas de campaña, azotados por el gélido viento del noroeste. En Italia, más de 1,500 personas, provenientes de África, se ahogan cada año en el Mediterráneo, entre ellos mujeres y niños, tratando de llegar a sus costas en frágiles embarcaciones. Esos inmigrantes son recluidos en Lampedusa, una isla italiana en el mediterráneo a 90 kilómetros de Sicilia hacinados en centros de acogencias. Las últimas tragedias han sacudido la conciencia Europea, donde cerca de 500 inmigrantes murieron ahogados. Ningún país europeo se quiere hacer responsable de los inmigrantes. No hay un enfoque común sobre la inmigración, sobre todo, después del estallido de la primavera árabe en el 2011. En República Dominicana los inmigrantes ilegales, mayoritariamente de origen haitiano, se encuentran esparcidos libremente en toda la geografía nacional, trabajan en diferentes sectores productivos, de la construcción, y muchos de ellos tienen sus propios negocios siendo inmigrantes ilegales. A todo esto se agrega que son atendidos gratuitamente en nuestros hospitales, donde miles de mujeres dan a luz, representando para Salud Pública una carga de más de 5,000 millones de pesos al año. Traigo esto a colación por los argumentos injustos, dañinos y malintencionados que se vierten en contra de la República Dominicana por defender la Sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional. Se trata de una sentencia de principios que precisa la naturaleza, contenido y alcance de la Ley de Migración y de nuestra Constitución, garantizando la defensa del orden constitucional y la protección de los derechos fundamentales. Las decisiones del Tribunal Constitucional son definitivas e irrevocables y constituyen precedentes vinculantes para los poderes públicos y todos los órganos del Estado (Art. 184 de la Constitución). Ese mismo criterio impera en todos los países donde funcionan los Tribunales Constitucionales, pues eso mantiene la unidad de la jurisprudencia en cada país. El Estado es el sujeto por excelencia en las relaciones internacionales, no son los Organismos Internacionales. ¿Por qué? Debido a que los Organismos Internacionales no tienen territorio, población ni tampoco soberanía. Estos son los elementos constitutivos básicos de los Estados. Un Estado sin soberanía pierde su esencia y su naturaleza. Por consiguiente, República Dominicana ejerce su soberanía en lo que se refiere a trazar su línea política en materias de nacionalidad y migración. Cada país tiene ese derecho soberano e independiente. ¿Por qué Amnistía Internacional no pone su inteligencia en los casos patéticos de Calais, Lampedusa, Somalia, Chechenia, Ruanda, Siria, Sierra Leona, etc. donde miles y miles mueren? ¿Por qué el ACNUR no identifica los verdaderos apátridas en los países que sí existen y lo busca en República Dominicana? ¿Por qué hablan de haitianos apátridas, si los haitianos nazcan donde nazcan tienen derecho a la nacionalidad haitiana, según su Constitución? Todo indica que el problema de migración en República Dominicana tiene un tinte más político que técnico-jurídico, por lo que se impone una mayor vigilancia y defensa de nuestra soberanía.

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