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Tiempo para el alma

“Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado”. Mt. 18: 12, 13. Se pierde quien antes estuvo, quien antes fue. ¿Te recuerdas de cuando estuviste, de cuando te fuiste? ¿Recuerdas lo que viviste, lo que sentías? ¿Recuerdas cómo era la perspectiva desde esa acera? ¿Recuerdas haber visto la esperanza cara a cara? No aguardes a que otra persona te busque. No te hagas expectativas; a veces tus mejores amigos pueden olvidar fácilmente que un día estuviste o que te fuiste y por qué te fuiste. Pueden olvidar su deber de buscarte, incluso, pueden olvidarte. Dios, mi querido lector, no te olvida. Él te ha buscado desde el primer segundo después de tu partida; a diferencia del pastor de ovejas, en realidad siempre te encontró, pero necesita que te des cuenta de que está junto a ti, esperándote pacientemente, sintiendo contigo tus dolores, esos que has olvidado que se alivian con su amor. Él tiene ya fiesta preparada para ti tan pronto decidas volver. Solo mírate. Mírate y piensa si estás bien así o si estaría mejor que regreses a vivir con él en la abundancia de la fe.

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