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Opinión

PANCARTA

Mandela en el mundo y para los dominicanos

Raúl Pérez Peña (Bacho)Santo Domingo

La conmoción provocada por la muerte de Nelson Mandela refleja un reconocimiento planetario a su perseverancia contra la segregación racial y por los valores democráticos que le abrieron la puerta presidencial en su país tras dos décadas de prisión. El respaldo acumulado por Mandela en su trayectoria de liberación social y humana para su pueblo, le granjeó el respeto internacional sin exceptuar latitudes. En América Latina, como es de imaginarse, Cuba y Fidel abrazaron la causa de Mandela y por eso lo calificaron como “símbolo de la libertad, la justicia y la dignidad humana”. En los días próximos, la prensa internacional dará cuenta de las reacciones de pesar desde los más distantes puntos de la tierra por la muerte de Mandela. Para los dominicanos, el legado de Mandela debe proyectarse en distintos sentidos, pero particularmente en lo que podemos aprender de su prolongada tenacidad y persistencia por los derechos y reivindicaciones para el pueblo sudafricano. Con frecuencia aquí emergen expresiones pesimistas entre quienes se dejan sugestionar por el publicitado blindaje de la partidocracia y de sus siglas más corrompidas. “A este país no lo salva ni el médico chino”; “Aquí se perdieron los valores”; “No vale la pena la honradez ni ‘subir’ una familia con seriedad”. Otras tantas manifestaciones derrotistas se han vuelto el día a día entre una alta proporción de dominicanos, principalmente padres de familia. Dejarnos arrastrar por el desaliento sería campo abierto a la consolidación del mal y de los malvados que lo personifican. Aunque en menor proporción que los responsables políticos de la tragedia del pueblo, la historia dominicana y la del último medio siglo en particular pone en alto relieve múltiples ejemplos a seguir. Mandela es el emblema de una pauta de lucha que debe provocar entre nosotros el conocimiento juicioso sobre lo que significó para su pueblo y la humanidad. En este pueblo dominicano de altas y bajas, contamos con símbolos históricos y gestas gloriosas que hacen química con un estado de cosas provocador de indignación, del rechazo colectivo y de la voluntad de cambio. Si el pueblo sudafricano siente profundamente la pérdida de Nelson Mandela es porque aquilata su significación como luchador incansable. Que su ejemplo se irradie también ante los dominicanos.

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