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Opinión

PENSANDO

Desmoronamiento

En una parada de guaguas en la ciudad de San Fco. de Macorís, fui testigo del sentir de un grupo de humildes ciudadanos que cuestionaban el deterioro moral a que está sometida la sociedad dominicana. Se desmorona el país, se paga en publicidad millones de pesos en voces agoreras para distorsionar la realidad. Se conoce de los narcotraficantes, de los sicarios y de los corruptos, y la respuesta es la manipulación de la información, y por ende, el fomento de la impunidad. A mí no me vengan con poses políticas, sino con la verdad de los hechos y la valentía de enfrentar el crimen. Ya basta de simulación y falta de voluntad. No más construcción de probidades falsas. No todo está perdido porque más puede el deseo de los que sufren necesidad, que la hegemonía del grupo de manipuladores que se burlan de la pobreza. Los carteles de la corrupción son una realidad en nuestro país. Tienen representantes infiltrados en todos los poderes del Estado, y hasta hacen justicia con sus propias manos, utilizando organizaciones de sicarios para eliminar a los que puedan afectar sus intereses. ¿Quién lo iba a pensar en el pasado que nuestro país, luego de la caída del dictador, la cacareada democracia estaría a merced de un grupo de delincuentes políticos que se legitimizan en cada período constitucional y hasta dan la cara en los medios que dominan hablando de equidad social? Definitivamente el país se desmorona y solo con la decisión valiente de un pueblo con auténticos valores patrióticos, podrá dar un giro a esta situación de descomposición moral donde la justicia, con pocas excepciones, no es garantía porque responde a los mandatos de sectores vinculados a sus cargos. Más temprano que tarde, este pueblo dará respuestas contundentes a tantas inconductas, y sobre todo, a esos desfalcadores del patrimonio de la nación. Reflexionemos en el daño que estos simuladores han provocado a la generación que nos precede y a la que está por venir, donde tendremos que sacrificar nuestra calidad de vida para pagar el déficit fiscal que nos dejaron, producto de una política de endeudamiento y desfalco, en la que no tuvimos responsabilidad.

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