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Opinión

Hay que aprender de Martelly

Ricardo Pérez FernándezSanto Domingo

En las últimas semanas, el presidente de Haití Michel Martelly ha demostrado que, muy al contrario de lo que algunas mofas sobre su pretérito artístico buscan destacar, y batiendo aquellas voces que lo subestiman por algunas de sus aparentes torpezas, sus dotes de político bribón y ladino han resultado aleccionadores para una República Dominicana que luce inerte, despistada y ajena a la potencial gravedad de la situación. En Junio del año en curso, en una acción materializada a tan solo horas de haber plantado de manera simbólica --y ahora sabemos, de manera descarada-- un árbol en Juana Méndez, Haití, junto al presidente Danilo Medina, sellando un compromiso conjunto de reforestación y protección de los recursos naturales de la isla, nuestros diarios daban la noticia de que habían sido prohibidas las importaciones de carnes, animales vivos (pollos) y huevos provenientes de la República Dominicana, debido a un rebrote del virus H1N1, mejor conocido como la gripe aviaria. Tiempo después, la ministra de salud haitiana decía que las autoridades reconocían no haber estado bien informadas sobre el tipo de gripe prevaleciente en la República Dominicana, y que ellos nunca habían hablado de gripe aviar. No. Que eso había sido un simple error de “redacción” de los medios. A tan sólo semanas de aquel insultante episodio, el Consejo de Ministros de Haití aprobó un decreto que prohibía la producción, importación, comercialización y uso en cualquier formato, de bolsas de polietileno y de envases de polietileno expandido, afectando con ello, principalmente, la industria dominicana de dicho rubro. Como en el caso de la veda a carnes, pollos y huevos, tampoco esta decisión les generó consecuencia alguna. No sabemos a ciencia cierta las razones reales que originaron las acciones precedentes, posiblemente tuvieron que ver con la protección de algunos de sus empresarios; o como un perverso incentivo a potenciales inversionistas. Pero, lo que sí es lógico colegir es que ninguna de las dos se pudieron haber tomado sin el conocimiento, y muy probablemente sin el consentimiento, del presidente Martelly. El enemigo que unificaEl presidente Martelly, ese que sigue siendo subestimado por sus adversarios, ha demostrado un entendimiento cabal de los principios elementales de la supervivencia política. Enfrentado una crisis in crescendo, impulsada por diversos sectores de la sociedad haitiana que exigen su dimisión, este ha recurrido al sempiterno maestro de la argucia y astucia política, Nicolás Maquiavelo, y ha ejecutado a pie juntillas una de sus axiomáticas prescripciones: para gobernar, se hace preciso identificar un enemigo externo, y vincular los enemigos internos a éste, unificando así al pueblo en torno al detentor del poder, llamado a proteger la nación. Ese enemigo, sin lugar a dudas, lo personifica la sentencia del Tribunal Constitucional 168/13, y en pos de la solidificación de ese enemigo, Martelly ha demostrado no parar mientes a las más básicas de las consideraciones. Antes de agotar las avenidas diplomáticas de rigor, ha decidido enviar a su canciller Pierre Richard Casimir por el mundo, a desprestigiar y a difamar a la República Dominicana con bulos que rayan en lo absurdo, como decir que se están registrando deportaciones masivas, y que se desnacionalizarán a más de 200mil haitianos. De igual manera, tras extensos y extenuantes periplos para calumniar e injuriar, aceptan con sarcásticas sonrisas firmar un pacto para poner fin a las rebatiñas públicas y priorizar el diálogo entre nuestros países, sólo para incumplirlo, al más alto nivel, en 24 horas; nada más y nada menos que con un discurso presidencial antes los miembros del CARICOM. Pero lo más irónico de todo es esto último; que hayan acudido al CARICOM para ventilar un problema de corte migratorio, cuando el propio CARICOM, a pesar de contemplar la libre movilidad de ciudadanos calificados entre sus 15 miembros (Y Haití es uno de ellos), deporta año tras año ciudadanos haitianos, bajo subterfugios técnicos como el de calificarlos como “refugiados” en lugar de “migrantes”. Sin embargo, no debería de sorprendernos la estrategia injerencista mimetizada por una reconocida propensión a la autovictimización; porque aunque en algunos capítulos históricos hayan tenido razón, no ha sido siempre, y los haitianos, desde siempre, nos han presentado ante el mundo como sus victimarios y como los culpables de muchos de sus infortunios. Mucho menos debe de sorprendernos su incumplimiento a lo pactado con nuestras autoridades; con ellos, la excepción se registra cuando cumplen lo acordado. Ahora bien, ¿Qué el presidente Martelly, neófito en el arte de lo posible, esté dando cátedras de alta política en el posicionamiento de su país, a una clase supuestamente experimentada y habilidosa de políticos dominicanos? Eso sí que provoca sorpresa. El autor es economista y politólogo Rperezfernandez@gmail.com@Ricardoperezfde

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