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El caso de Juan Bolívar y Huchi

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Silvio Herasme PeñaSanto Domingo

Por más años que usted viva, por más experiencias que haya enfrentado siempre quedará la oportunidad del asombro ante hechos insólitos. La capacidad humana de la insidia es ilimitada y hay que entender el absurdo carácter de esos espíritus libidinosos que te odian porque sí, o sencillamente, porque no solo no resisten su propia invaloración, sino la integridad y valoración de personas que cumplen con las más estrictas exigencias de conducta y convivencia. Y ocurrirá más de una vez que por mucho que se esfuerce no podrá comprender que tan ladino suelen ser algunos. Inclusive personas que han recibido atenciones de usted y servicios muy puntuales, pero esos miserables seres humanos pululan por las cavidades más siniestras de la convivencia humana. En este país, y casi todos los demásÖson una terrible rémora que no soportan la conducta esplendente de los demás, ni tampoco admiten su propia tragedia. Debo referirme tras este introito al caso del querido amigo Juan Bolívar Díaz, persona de mi altísima estimación desde hace casi 40 años y de Luis Eduardo Lora, “Huchi”, gran amigo desde que compartimos en El Nacional, en el 1967, y desde que fundamos La Noticia en el 1973, quien llegó a ostentar la subdirección de ese diario. Huchi Lora es una persona muy sensible, muy afectiva y con una agradabilísima tendencia al humor. Todos sus amigos hemos disfrutado a través de los años de estas condiciones especiales de Luis Eduardo, como lo llamaba doña Tatá, su fallecida señora Madre. Dejo clara constancia de la proximidad de Lora con mi familia ya que estamos casados con dos hermanas: Angela y Betty. Cuando el doctor Víctor Livio Cedeño debió enfrentar la renuncia del director del diario que controlaba entonces tras el fallecimiento de José Antonio Brea Peña -propietario de El Sol- diario iniciado en Santiago por los hermanos Corominas, con Bienvenido a la cabeza, me pidió si conocía a alguien que podría dirigir ese rotativo. Como era lógico suponer la posición de vespertino La Noticia resultaba muy aislada, pues ya se había destapado la explicable pugna por la colegiación de los periodistas y nos encontrábamos enfrentados al doctor Germán Emilio Ornes, para entonces propietario y director del El Caribe. Víctor Livio me pidió que le prestara como director a un querido compañero que era imposible que nosotros lo desprendiéramos de La Noticia, y fue entonces que le recomendé a Juan Bolívar Díaz, quien para esa época laboraba en Radio Comercial. Nunca he sido tan acertado en una recomendación. Fue trascendental la dirección del diario El Sol por Juan Bolívar y jugó un papel vital en las elecciones del 1978, que ganó Don Antonio Guzmán y el Partido Revolucionario Dominicano. Nadie con suficiente edad puede olvidar ese episodio estelar, que marcó la vida sociopolítica del país. Ni se puede olvidar tampoco de que lado estaba cada quien. Hubo incluso algunos decrépitos que me expresaron sus dudas sobre la posibilidad de que ese “viejo ignorante” asumiera la presidencia de la República. Mi respuesta fue directa y sencilla: BuenoÖ ese fue el elegido por el pueblo dominicano”. Para entonces no fueron pocos los que se quedaron esperando que una tanque fuera destacado frente a La Noticia para “ametrallarla con su personal adentro”. En todos esos aciagos momentos se mantuvieron con nosotros Juan Bolivar Díaz y Luis Eduardo Lora (Huchi), decididos a correr la misma suerte que el pueblo de República Dominicana. La pregunta que surge de inmediato es la siguiente: ¿Cómo puede alguien -en su sano juicio- considerar que Juan Bolívar y Luis Eduardo Lora (Huchi) pudieran ser “traidores a la Patria”?. Una acusación tan peregrina sólo la pueden formular personas que carecen de toda seriedad, que se sienten cuestionados en su intimidadÖu obedientes de intereses muy bien identificados en el país y que han hecho de las suyas siempre, aún en los ominosos tiempos de la Carta Pastoral de los Obispos de la Iglesia Católica del 1960. ¿Qué pensaría doña Altagracia Iglesias (madre de Huchi) distinguida profesora anti-balaguerista de Santiago, que enseñó a generaciones para el legítimo comportamiento de los seres humanos; enseñanza impregnada de patriotismo y respeto a los Padres de la Patria?. ¿O qué pensaría su hermana Picky, militante del 1J4 y guerrillera del 1963, en protesta al avieso golpe de Estado contra el gobierno constitucional del profesor Juan Bosch?. Esos envenenados de la perversidad mediática, que no pueden respetar la conducta tan larga y tan admirable de estos dos periodistas, deberían -en algún momento- hacerse un “mea culpa” y reflexionar sobre qué tan bajo han caído en sus pretensiones chovinistas. Es cierto que nadie está obligado a acoger el idealismo y la conducta correcta de los otros; hay individuos que hacen de la intriga y de la maledicencia, una aparente razón existencial. Y a esos seres humanos ñsi es que merecen esa clasificación- ya nadie los puede salvar, ni siquiera la bondad del Papa Francisco. Invito a Juan Bolívar y a Huchi a perdonarlos, o al menos ignorarlos, conscientes de que ambos han sido siempre respetados y admirados por el verdadero pueblo dominicano. Y en eso nadie debe llamarse a engaño...

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