Opinión

Un cisne negro en Venezuela

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Los Castro prefirieron moderar los ímpetus de su nuevo aliado razonando el hecho de que, los Estados Unidos son los compradores del 40% de la producción petrolera de Venezuela, siendo el resultado de esas ventas el mayor ingreso de caja que tiene la patria de Bolívar. El modelo anticapitalista impulsado por Hugo Chávez desde Venezuela entró también en conflicto, por lo menos conceptualmente, con el exitoso modelo chino que ha logrado colocar a la patria de Mao, como la segunda economía del mundo capitalista, integrando al mercado a millones y millones de chinos que hoy recorren el mundo como turistas. Si hay alguna duda de que los Castro ya no piensan como cuando bajaron de la Sierra Maestra en 1959 bastaría recordar que las legendarias Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, y el gobierno de ese país están sentados en La Habana, Cuba, negociando el final de esa, hoy sin sentido, confrontación de colombianos. Al igual que Fidel y los chinos, Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores brasileños, desde la presidencia de su país, sacó de la pobreza a millones de brasileños, a través del gasto social e incentivando al sector privado, para aumentar las riquezas de su país. Igual lo entendió todo el espectro político peruano, que hizo dar un viraje de última hora a su actual presidente, quien decidió dar continuidad a las políticas de sus predecesores y no aventurarse en fracasadas políticas estatistas y anticapitalistas. Lo mismo ha hecho el presidente Correa en Ecuador, que aún con su discurso altisonante, y acciones de ataque a la prensa y a la Sociedad Civil en términos políticos, ha aprovechado los ingresos por venta de petróleo para aumentar la inversión social sin confrontar al sector productivo local e internacional. Como puede apreciarse, en la visión de Hugo Chávez hay diferencias importantes con lo que son las grandes tendencias del mundo del Siglo XXI. Aunque haya que reconocerle la inversión de cuantiosos recursos en políticas sociales que sacaron de la pobreza a millones de venezolanos y, que sus herederos o sus opositores deben continuar, haciendo las correcciones pertinentes. La sociedad venezolana que lo despidió como un abanderado de los pobres debe unirse alrededor de un proyecto inclusivo y auténticamente democrático que corrija y profundice las acciones que conviertan a Venezuela en un país sin pobres. Esa sería la parte buena que perpetuaría a Hugo Chávez en la memoria histórica, como uno de los mejores luchadores por la equidad y la cohesión social de América Latina. La parte negativa y a corregir es que, en su afán por colocarse como un interlocutor global, Chávez comprometió la riqueza petrolera de Venezuela. Y para lograr ese propósito considero necesario controlar o destruir, todo lo que entendiera dificultaba el éxito de su proyecto. Desde el Poder Ejecutivo se aseguró el control de los poderes Legislativo, Judicial, electoral y las fuerzas armadas. En el sector privado inició expropiaciones de empresas, confrontó a la Sociedad Civil, medios de comunicación y los partidos de la oposición. Todo eso ha hecho que los indicadores de la economía venezolana presenten un panorama muy negativo para ese país. Lo mismo que los que evalúan la corrupción, la seguridad ciudadana, y la transparencia.

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