Opinión

Perspectiva de un adolescente

Andrés Orlando Brant HazaSanto Domingo

Es posible que en los inicios del movimiento gestor de nuestra Independencia, los Trinitarios fuesen los primeros en ofrecernos el verdadero perfil de un funcionario como servidor de y para la patria. Ser un funcionario significaba ser patriota, defender los intereses de nuestra bella isla y dejar toda la codicia por el bien de todos. Esta ideología murió hace mucho tiempo. En años recientes, hemos visto como el funcionario público es un militante político, por lo general: arrogante, ignorante y, lo peor de todo, un egoísta. Es cierto que existen excepciones a la regla, pero en su gran mayoría, estos demuestran un gran egocentrismo y les otorgan poca importancia, sino ninguna, al bienestar de nuestro pueblo. La evidencia es clara. Casi todos han abusado de nuestra confianza. El déficit de nuestro país es exageradamente alto, por encima de los 187 mil millones de pesos. Cada día que pasa nos preguntamos lo mismo: ¿Cómo es posible tener un pueblo tan pobre, un déficit tan alto y que nuestros funcionarios (que se suponen que nos den un servicio público) tengan vidas llenas de lujos y despilfarros, sintiéndose indiferentes por el bienestar de la República? Y ahora nos están haciendo pagar por sus errores. En la segunda semana de noviembre, el congreso y el Presidente Medina aprobaron la Reforma Fiscal. Se aprobó sin ninguna impugnación por parte del congreso y sin siquiera considerar otras alternativas para enfrentar el déficitÖ ¿Y los culpables, responderán a la justicia? Pues, no. Los hombres responsables por nuestro déficit seguirán indiferentes, viviendo en sus modernos “pent-houses” y villas costeras, viajando en sus vehículos de edición limitada, sin preocuparse de nuestros problemas. ¿Por qué preocuparse si ya han asegurado su futuro financiero y el de los suyos? Lo peor de todo es que el gobierno nos miente, nos dice que no hay alternativa a la reforma, pues no hay otra manera de poder recortar los gastos y que tampoco hay responsables directos a quienes culpabilizar. Toda la culpa la tiene la crisis mundial. El pueblo dominicano está claro en que el déficit debe ser enfrentado y también está consciente de la necesidad de realizar algún tipo de reforma fiscal. Pero, lo que nos indigna a todos, es que nos mientan, y que nos digan que no se puede hacer recortes al presupuesto de las instituciones públicas. Eso tal vez fuese aceptable si nuestros servicios públicos fueran eficientes. La policía nacional está pobremente equipada, su entrenamiento es mediocre y su integridad moral sigue siendo cuestionable. Nuestro sistema de educación es ineficiente, hay muchas escuelas que no poseen las condiciones mínimas para operar, y esto sin mencionar la falta de calidad de muchos docentes. Si de verdad hay que hacer una reforma, empecemos por realizar una significativa reforma de los servicios sociales, para hacerlos más eficientes y productivos. Al restructurar drásticamente la eficiencia y eficacia de los servicios públicos se podrían ahorrar sumas altísimas de dinero, obteniendo el resultado deseado. El hecho de que la Reforma Fiscal planteada sea el único modo identificable para bajar nuestro déficit es un abuso a nuestra confianza, y es hora de que sus gestores entiendan que esto es inaceptable. En momentos como estos necesitamos que nuestro pueblo sea verdaderamente unido, un pueblo que al unísono lucha por sus derechos. El domingo 11 de noviembre, se manifestó una protesta en contra de la corrupción, la reforma y la injusticia. Esto constituye un gran paso para nuestra lucha, pero no debe ser el único. No nos conformemos con un gran acto masivo de valentía, vamos a seguir demandando lo que merece nuestro país. Hay que seguir exigiendo justicia, reclamando equidad y ética de parte de aquellos que nos robaron la confianza de obtener un mejor futuro, de contar con un liderazgo íntegro y desinteresado que vele por los verdaderos intereses del pueblo dominicano. Debemos seguir luchando para que nuestros derechos civiles sean respetados, nuestros servicios públicos sean eficientes y que haya una alternativa a la infame Reforma Fiscal. Todo esto será posible con la fuerza de un pueblo unido, así que seguiremos demandando pacíficamente todo lo que la República Dominicana merece. No desfallezcamos en el intento. Ahora es nuestro tiempo, un tiempo de levantar la voz y aunar nuestras fuerzas para recuperar el honor de nuestra patria. ¡Qué nuestra hermandad y patriotismo nunca muera! El autor cursa el tercero de bachillerato del Colegio Carol Morgan.

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