El 4% y el pacto por la educación
En la presente etapa y dado que existe el compromiso y la voluntad política de asignar los recursos que por años se ha demandado como inversión necesaria para revertir los magros resultados educativos que estigmatizan al país y sus ciudadanos, convendría comenzar por rectificar los errores incurridos en el pasado respecto al modelo educativo, colectivamente asumido, en la década de los 90s, a partir de una profunda transformación curricular que se centraba en qué, cómo y para qué enseñar en las escuelas dominicanas. ¡Enhorabuena!, superada la discusión sobre la asignación del 4% del PIB para la educación preuniversitaria, las futuras generaciones de dominicanos no les perdonarían a la presente generación dirigente que pudiendo Invertir mas no lo hagamos mejor; por consiguiente se hace indispensable encaminar esfuerzos para desentrañar las causas objetivas, que al interior del sistema, impiden avanzar en articular una oferta educativa de calidad con equidad a que tienen perfecto derecho los dos millones y medio de niños, niñas y jóvenes que demandan ese bien inalienable en nuestros centros educativos. Poner al desnudo la cruda realidad que acontece en los colegios y escuelas, a todos los niveles, en términos del bajo nivel de aprendizaje de un saber significativo, reflejado en cada una de las evaluaciones que de manera sistemática se han aplicado en el país, así como identificar los factores incidentes y determinantes de ese bajo rendimiento es impostergable; si de veras deseamos superar este lastre histórico, debemos acometer ese gran desafío, que además de los recursos necesarios, requiere dedicar los mayores esfuerzos y las mejores voluntades. Una mirada retrospectiva a lo acontecido en las últimas tres décadas (1982-2012) en el sistema educativo dominicano, nos proporciona una magnífica oportunidad de evaluar el producto que hemos entregado a la sociedad y si ese ciudadano o ciudadana, ya en pleno ejercicio de sus derechos y deberes, asimiló durante sus años de escolaridad, los conocimientos, competencias, habilidades y valores, que como propósitos de la educación y de su socialización en el entorno familiar, les fueron inculcados. El panorama de exclusión y descomposición que hoy se advierte en la sociedad dominicana con su secuela delictual, deterioro del núcleo familiar y una individualidad, crecientemente difusa, que se refugia en antivalores como la simulación y el facilismo, nos lleva a afirmar que toda la sociedad ha fallado; ocho gobiernos de las tres fuerzas políticas, que en diferentes momentos en ese lapso de 30 años, hegemonizaron el poder político, diseñaron y ejecutaron las políticas educativas, no pudieron satisfacer las expectativas humanas y ciudadanas que toda sociedad espera de su sistema educativo. Se han identificado tres propósitos básicos, que en cualquier contexto debe perseguir la acción educativa, a lo largo de la escolaridad de las personas. El 1ro., de naturaleza individual, debe propiciar que la persona descubra sus mejores talentos y los incorpore como proyecto de vida; el 2do. tiene que ver con la dimensión cultural, que le permite a cada individuo reconocerse como parte de una colectividad con la que deberá compartir una convivencia armónica y positiva y un 3er. propósito es de naturaleza económica, ya que la educación debe preparar a los ciudadanos para acceder a oportunidades productivas, para su propio bienestar y el progreso social. El sistema educativo dominicano no ha llenado su cometido, no obstante algunos esfuerzos realizados, que lamentablemente no han sido sostenidos en el tiempo, ni respaldados financieramente por los decisores en la distribución presupuestaria, prueba de lo cual es que, en ningún caso durante el periodo referido, el presupuesto educativo ejecutado alcanzó el 2.5% del PIB y lo peor es que la sociedad ha quedado entrampada en las apariencias, la retórica superficial y los intereses extra educativos, sin profundizar en las verdaderas causas que nos han mantenido alejado, históricamente, del beneficio de una educación de calidad con equidad. A principio del 2010, cuando el debate por la demanda del 4%, sostenido por la Coalición por una Educación Digna y el planteamiento del presidente Fernández de que debía abordarse el tema a partir de la búsqueda de la calidad de la educación, estaba al rojo vivo, propiciamos entonces, en nuestra condición de Ministro, que la discusión se llevara al Palacio; así se hizo y en una sesión sin precedentes, representantes de todos los sectores implicados presentaron, libremente, sus diferentes puntos de vista; al final se acordó celebrar una 2da. reunión para la firma de un pacto por la educación que recogiera un curso de acción, aprobado por todos, a la luz de los diferentes planes decenales de Educación, que dos años antes habíamos acogido con amplio consenso; por diversas razones esa reunión no llego a concretarse y nueva vez, nos ganó el conflicto y se postergó la solución. Disponer la apropiación del 4% en el presupuesto del próximo año, no es la solución, si antes no identificamos como gerenciarlo para que impacte positivamente en la cotidianidad y propósitos de la escuela; estos cuantiosos y necesarios recursos no deben quedarse en el camino, solo en los insumos; debe llegar hasta la escuela, para que nuestros maestros bien enseñen, animando, con las condiciones y herramientas indispensables, el aprendizaje de nuestros niños, niñas y jóvenes. El pacto por la educación, retomado por el presidente Medina, coronaría el compromiso de su gobierno de cumplir con el 4%, impactando la calidad del servicio educativo; es indispensable aprovechar ese espacio para poner en claro qué enseñamos y cómo aprenden nuestros estudiantes y sobre todo si lo que aprenden, hace sentido con sus proyectos de vida y garantiza algún retorno a la sociedad; sólo si agotamos, diáfana y creativamente ese proceso, evitaríamos el riesgo de gastar pólvora en garza. El autor es exministro de Educación.