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Poesía y violencia

La violencia intrafamiliar y su expresión más dramática “el feminicidio”, trae como secuela en muchos casos también “el infanticidio” y sus consecuencias que no pueden quedarse solo en la intimidad de los hogares. La sociedad en su conjunto se conmueve y esta cadena forma parte de la delincuencia general y del crimen organizado. Somos penetrados por el terror y acudimos a la legítima sospecha del vecino, del amigo, del que quizás nos pueda zaherir sin ninguna señal visible. No sabemos si se trata de un ser humano digno o de un violador de normas y de vidas. Estamos en democracia y a veces reclamamos la mano dura como si añoráramos un espacio dictatorial para sentirnos seguros. La realidad de nuestro país, con un proceso de criminalización que abarca a todo el territorio en sus más diversas esferas, nos obliga a reflexionar acerca de lo tenue que es el tejido que separa las prisiones y sus habitantes del resto de la sociedad. Las escuelas del delito diseminadas en todo el país no son simplemente producto de la naturaleza humana; la sociedad que hemos construido con toda su secuela de individualismo y consumismo, así como su relación con la globalización constituye una horrorosa realidad que invade nuestra cotidianidad en cualquier instante. Se necesitan nuevos aportes para poder superar esta cárcel en la que todos, de una forma u otra, somos reos. Las leyes parecen beneficiar al victimario y las víctimas lucen solitarias. Celebramos nuestro moderno Código Procesal Penal y ahora algunos quieren volver al texto napoleónico que favorecía el “tránquenlo” por encima de las garantías que parecen privilegiar la libertad, mientras no concluya el proceso. Nuestros medios de comunicación invaden los sentidos con tantos hechos trágicos, pero en ningún caso los inventan. Fue el Prof. Juan Bosch quien sonriente me informó que en una reunión de escritoras en Casa de Teatro, la poeta Chiqui Vicioso había proclamado mi condición de poetamujer honorario, por mi cercanía, solidaridad y amor al género femenino. Desde doña Nina y Efigenia hasta llegar a Iluminada, Berioska y Samantha, pasando por todas las hermanas, amigas e hijas espirituales, hace ya mucho tiempo que la cuota de la mujer está asegurada en forma abrumadora en el entramado de mi corazón. Por eso recurrí a uno de mis poetas preferidos, el venezolano Víctor Valera Mora a propósito del incremento de las violaciones y el feminicidio. Cuídate bella de un salvaje en celo/ apártate cuando lo veas venir desnudo/ con un puñal entre los dientes/ rugiendo buscando amor/ por las calles del infierno romano/ si puedes contenerlo incrépalo/ pero no esperes respuestas lógicas/ un salvaje no pesa ni mide nada.

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