UMBRAL
a La crisis, Danilo y Dante
El berenjenal económico global, que se fue incubando en la crisis moral que desde años viene retorciendo el comportamiento de las sociedades, ha hecho un concentrado en el país heleno, como para forzar en el contexto, aquello de la tragedia griega que derrumbó al gobierno de Papandreu, estremece la economía española, poniendo al tosco candidato pepista o pepero sobre el coche del triunfo, al desenfadado farandulero Berlusconi en las aceras que pisa el vulgo; a Portugal, Irlanda y hasta a la Francia de Sarkozy, en el delgado hilo del que tiran los apuros económicos que amenazan con llevarse a toda la zona euro. La cosa no va bien. Todos lo sabemos. Greenspan fue plantando las semillas que en un laboratorio unipolar, y sobre los escombros de un experimento socialista fracasado, concibieron los memorables Reagan y Thatcher, con planes de apurar una sociedad global de individuos, de pocos controles y abierta a las apetencias que sobre la marcha se convirtieron en desmedidas y rapaces, por lo que desarrollaron las habilidades de hacer fortunas al margen de la producción de bienes materiales tangibles: el sector financiero, arropado en su naturaleza especulativa, tomó el control. Como algo natural el Estado pasó a la servidumbre. Su majestad y poder se redujeron a una corbata, un quepis, una bicicleta y un canasto lleno de cartas que, a fuerza de pedales, distribuía entre los centros financieros nacionales e internacionales que operaban (y operan luego de los fracasos y los rescates) con excitantes orgías bursátiles que comenzaron a definir comportamientos opulentos y brechas entre pocos muy ricos y muchos muy pobres. El asunto es complejo, los daños no han sido colaterales sino estructurales, y los países desarrollados, que calcularon un orgasmo prolongado, sucesivo, firme y expansivo, les ha venido de súbito una trémula fatiga que les toca la economía real, entonces todo se agolpa: la inflación, la estanflación, el decrecimiento aliado del paro español o el desempleo estadounidense. Un círculo vicioso nos mantiene entre crisis alimentaria y crisis energética. Y con todo lo que se deriva de ellas, el cuento se pone siniestro. El G8 buscó brechas sin éxitos. El G20 no encuentra. El G193 tiene el reto. Frente al tamaño de este enredo no entiendo cómo, con irresponsabilidad tan olímpica, hay gente que se toma a chiste el tema electoral dominicano. Un discursillo leído, no puede convencer; el ejemplo y la memoria deben ser desafiantes como el mar bravío; los que aman la vida no pueden saltar a orillas del acantilado borrachos de bullanguería y frases clientelistas que buscan ocultar la ignorancia y rescatar el olvido. El poema dantesco que escribe el mundo en este momento, lo escribimos en pequeño no hace tanto en el país, con líneas que oscilaban entre la comedia y la tragedia. Del purgatorio se comenzó a escribir poco después, con Leonel. Danilo podrá, sin el discurso leído, con la entereza y la consciencia debida, acompañar a Dante hasta los últimos versos para la indulgencia que nos libre de los pecados morales, económicos y políticos, y llevarnos al gobierno social prometido.