MUCHACHOS CON DON BOSCO
Familias saludables
La salud es fundamental para todo ser con vida. Cuando una persona, o una entidad, portadora de vida, está enferma y no goza de salud, se encuentra debilitada y no disfruta de la calidad que le corresponde. La familia es el grupo social más importante que existe y su salud debe ser una prioridad para todos. El mes de noviembre, que dedicamos a la familia, es muy propicio para que contribuyamos a la salud de nuestras propias familias y para que el Estado y todas las demás entidades propicien los elementos necesarios para que las familias gocen de excelente salud. Hay muchos síntomas que expresan lo saludable que es una familia y que por lo tanto debemos favorecer. Toda familia debe tener, en lo más íntimo de ella, la presencia viva de Dios. Efectivamente, Dios es la fuente del amor auténtico, capaz de nutrir y saciar los corazones humanos y dar la fuerza necesaria para crecer en los valores que mantiene unida, sana y comprometida a la familia. La relación que se debe dar entre los esposos quedó marcada cuando Dios dijo: “Serán una sola carne”. De este mandato se deduce que la pareja debe concederse tiempo exclusivo para ella, manifestarse lealtad a toda prueba y de desarrollar la capacidad de diálogo, de hacer el amor y de compartir. Además, la unidad en la pareja de esposos produce abundantes frutos en la personalidad de sus hijos, pues les da seguridad, favorece su salud, les hace alcanzar mejores resultados. Es de suma importancia que los padres compartan tiempo de calidad con cada uno de sus hijos e hijas. Esta relación es el elemento nutriente que responde a la necesidad que todo ser humano tiene de un padre y de una madre. Los padres han de tener una permanente relación saludable con sus hijos y la respuesta que ellos han de dar, hará realidad el mandato de Dios: “Honra a tu padre y a tu madre, para que te vaya bien y tengas larga vida”. Los hermanos, en la familia, han de mantenerse unido, darse mutuamente un continuo apoyo y ser capaces de resolver sus conflictos ellos mismos, sin la intervención de los padres. La rivalidad entre los hermanos suele ser un reflejo de la preferencia de alguno de los padres por uno de los hijos. Los miembros de una familia saludable se dan tiempo para la convivencia, para la diversión y para celebrar las fiestas, juntos. Comparten las experiencias tenidas, celebran los acontecimientos familiares unidos y crean momentos especiales para vivir las tradiciones familiares, encontrando siempre motivos para mantenerse unidos. Es necesario, también, una continua comunicación, que se caracteriza por ser abierta, con claridad de reglas y expectativas y con una interacción permanente. Se respetan las diferencias, se concede la autonomía y se atiende a las necesidades de cada uno. Si en nuestra familia se dan estos síntomas seguro que tenemos una familia saludable y esa es una gran riqueza, ¡felicidades!