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Opinión

PENSAMIENTO Y VIDA

El neoliberalismo actual

Francisco José Arnaiz S.J.Santo Domingo

El nuevo orden económico imperante hoy en el mundo, caracterizado por el término Neoliberalismo que muchos rechazan enérgicamente, se basa en la iniciativa privada y en el libre mercado. Nada tendríamos que objetar a estas dos realidades en sí como estimulantes de la producción y de la oferta de un mayor bienestar a los pueblos y a los individuos. En la raíz del colapso de las economías controladas por el Estado está, sin duda alguna, su ausencia. En el mundo conceptual, según esto, no hay problema alguno. Pero, sí, los hay en la realización concreta del sistema. La realidad del Mercado libre es hoy tristemente una mera ficción. Los países llamados de economía de mercado y adalides del mercado libre son, sin embargo, los líderes del proteccionismo. Mientras postulan y exigen a nosotros los pequeños la transparencia de los costos en cada producto o servicio con el fin de evitar las distorsiones que producen los subsidios, ellos mantienen y distribuyen sus subvenciones de manera sutil o descarada. Si analizamos a fondo el GATT y la Ronda de Uruguay nos encontramos con una excesiva cantidad de trabas para el comercio sin contar con las trabas de toda clase que tienen ya los países que lo componen para evitar la competencia de sus productos , insumos y factores de producción. Y todo esto sin comparar los Sindicatos nuestros con sus poderosos Sindicatos que imponen su ley férrea para las importaciones. Debajo del espejismo de libre mercado está también la realidad humillante de la deslealtad en la competencia. Tres elementos básicos hay que manejar en la competencia: costo, calidad y presentación. Respecto al costo de muchísimos productos es justo desenmascarar la trampa de las zonas francas de las que los grandes beneficiarios son los países desarrollados y poderosos. Ellos logran en ellas el abaratamiento de sus productos a base de salarios bajísimos en los países del Tercer Mundo y a base de eludir, en sus propias naciones y en las que los producen, altos impuestos que encarecerían notablemente sus productos. Impuestos que no pueden eludir los productores autóctonos. Pudiéramos también hablar, en casos específicos del primer mundo, del empleo explotador de mano de obra de los ilegales con salarios bajísimos que abaratan notablemente el costo de sus productos. También en el capítulo de las extorsiones del costo del producto es justo hablar del capital subyacente a la producción. Está en primer lugar el fondo disponible, escaso y a altos intereses de los pueblos del Tercer Mundo y abundante y a intereses aceptables en los pueblos del Primer Mundo, gracias en buena parte a la evasión de capitales nacionales de ese Tercer Mundo al Primer Mundo por razones objetivas de estabilidad política y económica pero de deletéreas consecuencias para los países subdesarrollados. En este capítulo el drama de América Latina y nuestro respecto a los Estados Unidos es gravísimo y creo que no ha sido ponderado en toda su profundidad y repercusiones futuras. Respecto a la calidad de los productos, la extorsión del Mercado libre es aún mayor. La calidad de los productos depende hoy y en el futuro seriamente de la tecnología. El rezague en ella determina inexorablemente en el futuro la salida o perpetuación en la pobreza. Es imposible entrar hoy en un Mercado competitivo si se opera con técnicas ya anacrónicas no sólo en la producción sino en la comercialización. La profunda y rápida evolución tecnológica de las últimas décadas ha provocado una transformación radical del eje de acumulación de beneficios, centrada ahora en la intensidad y extensión del conocimiento y no tanto en la intensidad y extensión del capital productivo y aun financiero, y en los nuevos métodos de gestión global, producto de las telecomunicaciones, informática y transporte que han creado una área de acumulación, denominada flexible, la cual permite concentrar los beneficios en eslabones intersectoriales de financiamiento, producción, comercialización y servicios especializados. Esta revolución tecnológica y la acumulación de conocimientos, concentrada en un grupo privilegiado, ha provocado un hecho histórico incuestionable hoy: la centralización del poder tiende cada vez más a reducirse a un número pequeño de la población mundial y de países concretos, lo cual determina una concentración real y palpable de poder económico, financiero, tecnológico, político y aún militar en un grupo reducido. Jamás en la Historia se había producido un fenómeno como este, un agudizamiento tan profundo como el actual entre el Norte (20% de la población mundial) y el Sur (80% de esa población). La Tecnología de punta es capaz hoy, por ejemplo, de lograr la misma unidad productiva con menos materia prima y en un tiempo significativamente menor, consiguiendo de esta manera una reducción permanente de costos y un detrimento estructural en los términos de intercambio entre el Norte y el Sur, países con tecnología avanzada ellos y países con tecnología anacrónica nosotros. La tecnología avanzada ha producido la robotización del trabajo y de muchos servicios y ha logrado disminuir el valor y necesidad del trabajo humano. Esto, aparte de restarle capacidad negociadora al trabajo frente al capital, ha dado prevalencia al trabajo cerebral sobre el trabajo manual y está haciendo que las ventajas del Sur, de los países desarrollados -materias primas y trabajo- se tornen semi-estáticas frente al poderoso dinamismo de la tecnología moderna del Norte. El resultado de todo esto es que la revolución tecnológica, en vez de favorecer a los países pobres, los ha empobrecido más, aumentando la brecha entre el Norte y el Sur y levantando barreras infranqueables para los competidores débiles. De acuerdo a cuanto hemos expuesto, el libre mercado sin fronteras no pasa de ser hoy un bello proyecto, traicionado en la realidad. Un Informe reciente del PNUD “Desarrollo humano” advierte seriamente que los mercados globales no operan libremente, ya que según el Gatt (acuerdo general sobre aranceles aduaneros y comercio) sólo el 7% del comercio mundial se encuentra en conformidad con los principios del libre comercio. El resto es un mercado controlado. Mientras se exige la total liberalización del mercado a los países atrasados, veinte de los 24 países más industrializados son hoy más proteccionistas que hace 10 años. Y subraya también dicho documento que el 20%, la quinta parte más rica del mundo, controla hoy el 81.2% del comercio mundial, el 94.6% de los préstamos comerciales, el 80.6% del ahorro interno y el 80.5% de la inversión. Es tan importante, según esto, ponderar las virtudes de la iniciativa privada y mercado libre como denunciar y combatir las reales distorsiones que hoy le aquejan. Otra de las distorsiones de la Economía de Mercado con efectos negativos para los pobres es considerar al Mercado como fin y no como medio. El fin de todo sistema económico-social debe ser la consecución del bienestar de todos. Los que defienden el sistema de mercado como la única alternativa racional y eficiente hacia el progreso y desarrollo afirman que todos los factores que interfieran su lógica son distorsiones. El Mercado de este modo se torna la imagen de la sociedad perfecta y el elemento ordenador de ella y por esta razón se le exige eficiencia y a él se le somete la suerte de todos. Arguyen los que propugnan esto que el mercado es eficiente porque le da a la gente lo que quiere. Es verdad que tiene esta posibilidad pero lo que sucede es que la gente quiere lo que el mercado impone. Blonch sagaz e irónicamente ha escrito que “la tierra tendría lugar para todos si fuera administrada a través de un poder que fuese capaz de satisfacer las necesidades de todos en vez de satisfacer las necesidades de ese poder”. Y Adam Smith en “La riqueza de las naciones” había advertido ya que “el trabajo era padre y la tierra madre de la riqueza” y había añadido que “la eficiencia capitalista pudiera ser suicida esquilmando precisamente la tierra y al hombre”. Y es que el principio y fin de todo orden económico debe ser el ser humano, la sociedad. El mercado no es fin sino medio. El riesgo más grave de la iniciativa privada y mercado libre está en un manejo de ambas realidades prescindiendo totalmente de la solidaridad y sin referencia explícita al bien común y a las exigencias éticas y resucitando viejas tácticas del feroz capitalismo liberal, dando así motivo a ser llamado sistema neoliberal. Independientemente del nombre, respecto a un aceptable sistema económico basado en el mercado libre será siempre necesario subrayar: 1) que la libertad no se puede entender correctamente sin la solidaridad, salvo que se postule una libertad real solamente para algunos privilegiados; 2) que el mecanismo del mercado libre es válido dentro de una sociedad en cuanto un número creciente pueda participar en él y beneficiarse de él; 3) que el mecanismo del Mercado libre no está eximido de la función social de la propiedad; 4) que en nuestras sociedades con grandes diferencias sociales no se puede prescindir del papel regulador (subsidiario y solidario) del Estado; y 5) que el Estado tiene que ser ágil, sin abultada burocracia y con agentes honestos y de elevado sentido de servicio.

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